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Y ahora, los difuntos

Noviembre es un mes tétrico, en los caminos, en las carreteras, a la entrada de los pueblos y en las iglesias no faltan a la media noche las voces.

Cuando aún se escuchan los vuelos de las ultimas brujas rezagadas que se dirigen a sus guaridas; cuando aún se escuchan las carreras de las mamás hacia los puestos de salud llevando a sus niños intoxicados con tanta tragadera de dulces; cuando aún los adultos no se han despojado de todos los disfraces con los que quisieron recordar su niñez; cuando aún se escuchan músicas de fiestas, se inicia el mes de las ánimas a las que todos temen porque las leyendas cuentan que las almas en pena salen en este mes de noviembre a caminar por donde transcurrió su vida y a producir espantos y sustos entre los vivos.

Se cuenta, por ejemplo, que por los lados de los jardines cementerios de madrugada sale una muchacha muy atractiva de cabello largo, piel blanca, escote profundo y una falda de color rojo sangre bien arriba de la rodilla, echando dedo, es decir, pidiendo a los conductores que le den la colita. No falta el taxista despistado o el conductor en busca de aventuras que le abre la puerta de su vehículo con la seguridad de que ha encontrado un pasatiempo para el resto de la madrugada. La muchacha sube, se acomoda el cinturón y se le arrima al conductor que se ve envuelto en un extraño aroma con salpicaduras sexuales e infernales. 

Cuando más adelante el chofer trata de acercársele a la dama la encuentra fría, huesuda y cadavérica. La frenada del vehículo no se hace esperar y el tipo sale como alma que lleva el diablo huyéndole al esqueleto que en forma de mujer se metió a su vehículo.

Cuentan también que por los lados del cementerio central, durante el mes de noviembre, se escuchan quejidos de ultratumba y lamentos que a cualquiera le pone los pelos de punta. Cuando algún cura quiso asistir a la media noche de un día cualquiera de noviembre con el ánimo de hacer algún exorcismo, las ánimas lo sacaron corriendo y el levita cayó desmayado a las puertas del campo santo.

Noviembre es un mes tétrico, en los caminos, en las carreteras, a la entrada de los pueblos y en las iglesias no faltan a la media noche las voces, ruidos y hasta algunas luces que indican que este es un mes fuera de lo común. En el barrio La Cabrera, existe una casona de dos pisos que durante mucho tiempo estuvo abandonada porque decían que era un nido de fantasmas y que en el undécimo mes del año allí se escuchaban bacanales y gritos de desesperación.

Sin embargo hoy funciona allí un restaurante y sus dueños aseguran que los espíritus se fueron con sus trastos a otra parte.

En Ocaña existe la leyenda de Don Antón García de Bonilla, a quien escuchan durante todas las noches de noviembre pasar en su caballo desde san Agustín hasta Santa Rita. Dicen los que lo han visto, si es que lo han visto, que el caballo arranca chispas en el empedrado con sus herraduras y que el hombre paga en pena una promesa que no cumplió en vida.

¿Por qué noviembre es un mes favorito para los que ya viajaron a otras dimensiones y regresan a causar temor entre los vivos? ¿Qué misterio esconde este mes que lo escogen los muertos para hacer sus piratunas? La respuesta nadie la tiene, pero hoy por hoy a la gente le da miedo viajar de noche durante este mes.

De los nacidos en este mes, dicen que somos berrietas y temerosos de los fantasmas, lo cual no es del todo tan cierto porque muchas veces vamos en primera fila a buscar morrocotas ocultas en los cementerios y nos atrevemos a gritarles a los fantasmas: “¿de parte de Dios que quieres?”.

Jueves, 2 de Noviembre de 2017
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