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Y ahora sí, Trump o Biden
La democracia estadounidense está llena de problemas.
Domingo, 30 de Agosto de 2020

En los últimos 15 días se desarrollaron las convenciones demócrata y republicana, reflejo del bipartidismo de los Estados Unidos, y de esa democracia que dio un giro radical a los sistemas políticos colocando la libertad del individuo como expresión máxima de los derechos fundamentales. Ese cambio se complementó con el presidencialismo como forma de gobierno, y el federalismo como estructura de Estado. Este esquema ha resultado sorprendente, en tanto que en poco menos de dos siglos colocó la nación norteamericana como primera potencia del mundo en el plano económico, militar y científico.

Sin embargo, la democracia estadounidense está llena de problemas. La Nación se formó sobre el despojo de las tierras de los nativos, y buena parte de su riqueza económica se cimentó inicialmente en la explotación de los esclavos de color. Después vendrían esas oleadas de inmigrantes que en primera generación siempre fueron maltratados, y que dieron paso a la consolidación de minorías étnicas. Hoy afroamericanos, orientales y latinos padecen ese racismo que confirman las estadísticas laborales, de drogadicción y carcelarias, así como la continua represión policiva, las deportaciones y la construcción del vergonzante muro en la frontera mejicana. La democracia, sistema incapaz de conciliar a cabalidad los principios de libertad e igualdad, multiplica esta debilidad en los Estados Unidos por el capitalismo salvaje que ha desplegado, no sólo a nivel interno sino también en el plano internacional, al punto que el sistema pretende imponerse sin respetar historia ni culturas en cualquier país del Tercer Mundo bajo el lema de la ‘libertad’ de comercio. Por supuesto, al correr la cortina se observa el enorme tejido de intereses.

Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos tienen una amplísima repercusión en todo el planeta. En el plano colombiano, hay muchas cosas en juego, desde el proceso de paz, la aplicación del glifosato para erradicar los cultivos ilícitos, y las relaciones con Venezuela, pasando por delicados temas económicos y militares, hasta la colaboración o no en la extradicción de Mancuso. Obviamente, las implicaciones geopolíticas de la elección son mucho más profundas, pues tienen que ver con China y la nueva guerra fría, Rusia y la firmeza de Putin, la Unión Europea, y toda América Latina.

Donald Trump, el actual gobernante, personifica la antítesis de la institución presidencial norteamericana. En primer lugar, un ego ilimitado, siempre dispuesto a la confrontación y listo a dividir; se enfrenta con Google, Facebook, o Twitter por el abuso de sus mensajes, como también con el movimiento ‘Black Lives matter’ por su rechazo al atropello policivo, o con los países centroamericanos por el tema migratorio, o con Méjico por aspectos comerciales. En segundo lugar, su cinismo no tiene límites, como lo demostró al aceptar la nominación republicana. Llegó a decir que ningún presidente en la historia de los Estados Unidos había hecho tanto por los negros como Él; que el manejo del Coronavirus era ejemplar y que las cifras lo confirmaban; que su efectividad frente a la inmigración era admirable y se la agradecían; en fin, mentiras con tono de verdad, y esperanzas a granel porque afirmó que pronto se tendrá la vacuna para la pandemia, y que en su segundo mandato la bandera norteamericana se posará en Marte. Sus estrategas, haciendo uso de los mecanismos y redes de socialización, saben que mentiras e imaginarios repetidos se convierten en verdad. En fín, Trump no es un demócrata sino un adicto a la manipulación y la imposición de sus caprichos que, sin haber ocupado ningún cargo público ni prestado servicio militar, como cualquier otro presidente, llegó a la Casa Blanca para sorpresa del mundo. Los libros recientes publicados por familiares y personas que han trabajado con Él comprueban su temperamento ególatra.

Del otro lado está Biden, el vicepresidente de Obama, en representación de los demócratas. Llega tarde, con 78 años, lo cual le resta energía. Su centrismo, moderación, experiencia, y diplomacia, virtudes en otro momento, no lo son tanto en las actuales circunstancias, dada la fogosidad de Trump. Confiemos en que Kamala Harris, abogada afrodescendiente y fórmula vicepresidencial, ayude a manener el entusiasmo derivado de la convención demócrata. Quedan apenas 65 días de campaña, y un par de debates televisivos cruciales. Derrotar a Trump es un objetivo fundamental del buen ciudadano, que respeta a sus semejantes y entiende la convivencia pacífica y civilizada.

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