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Ya no son unas manzanas
ahora estoy convencido que las excepciones son más que la regla.
Martes, 12 de Septiembre de 2017

Mi esperanza, la de todos los colombianos, la de los ciudadanos del planeta era que las excepciones fueran menos. Suena obvio, pero no lo es. 

A la edad de 12 o 13 años empecé a sentir pena por algunas cosas que pasaban en el país. Sentí, por ejemplo, mucha vergüenza cuando veía a conductores de camión hacer contravía en la autopista norte para saltarse un peaje. 

Sentí pesadumbre cuando inauguraron un deprimido en Bogotá, una especie de túnel que ayudaría con el pesado tráfico. A los pocos, muy pocos, días se inundó por una lluvia leve. Me engañé diciendo que eso normal mientras calibraban algunos aparatos. Luego supe que no habían hecho, por pura corrupción, los drenajes. Sentí, pena también, cuando en los noticieros mostraban casos de aberrante maltrato animal. 

La cura contra la pena siempre fue, siempre ha sido, pensar en que esos casos eran las excepciones. Que, si bien el deprimido se inundaba con una llovizna, eso no era la regla. Que el señor que parecía una suicida en la autopista lo hacía porque en efecto estaba loco, y no por ahorrarse 300 pesos de aquel entonces. Que el que molía a palos a un mico era un montaje, y que el mico era un robot, pues era imposible, para mí que tenía 13 años, pensar que alguien podía patear un primate hasta romperle las piernitas, como decía el noticiero.  

Pero crecí. Y ya esos señores no eran las excepciones, sino la regla. Vino YouTube, y Facebook, y esto y lo otro, y me pusieron a ver las peores imágenes. Leí, y aún leo, los más atroces horrores de Colombia y el mundo. Dos locos, uno gringo y coreano, nos pueden acabar. Pero da lo mismo; por acá el señor Úsuga también nos quiso acabar, y habla como si comandara tropas de titanes, para saber que no son 2 mil harapientos.  

Ya podía ver como las obras que se inundaban eran la mayoría. Podía ver que la gente era capaz de matar por ahorrarse el peaje. Ni qué decir de los videos atroces de maltrato animal que trae la internet. 

No sé qué pasó, ni cuando, pero ahora estoy convencido que las excepciones son más que la regla.

Que son muchos más los que no quieren hacer la fila, ni pagar los impuestos, ni dejar de hablar del trasero de una actriz gringa cuando, al mismo tiempo, en Ecuador hay un pesquero chino con toneladas de tiburones mutilados, y en el mismo instante, un abogado destapa la podredumbre de la justicia. 

Y veo madres que son capturadas por vender a sus hijas, y veo hospitales saqueados, y veo, y veo cosas que me hacen pensar que ya no son minoría sino son, somos, todos.

Mientras, nos relatan cómo alias Gavilán era un miserable que gustaba de las niñas de 13 años.  

Los mismos 13 que tuve, que aún tengo, cuando veo las noticias y lloro desconsolado de pensar que las manzanas podridas no son la excepción, sino la regla.

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