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Alborada en el mar…
La luz, el viento, los pájaros y las olas se unen al argumento, los duendes hacen el coro e inician el cortejo mágico para que nos aprestemos a sentir el universo y, al menos, tocarlo un poquito con los sueños.
Domingo, 17 de Abril de 2022

El mar se hace manso en el amanecer y la distancia se asoma con un preludio de sonidos, colores, sombras y aromas, con la vieja treta de la aurora de variar, cada día, el pentagrama de su concierto natural.

Aparecen los pájaros -con esa dulzura que absorbieron de la noche hasta sus alas- para contar las cosas de sus vuelos, sus juegos con el viento, o los deslices raudos al planear por el agua, con sus avanzadas de picos para intuir el pez, clavarse luego en él y subir, otra vez, a recrearse de nuevo.

Y las olas suenan como desperezándose en un rumor de cuentos de mar que llega a la playa con una nostalgia acumulada, creciente, para sembrarse en la arena. (A veces traen una botella con una lejana carta de amor…)

La luz, el viento, los pájaros y las olas se unen al argumento, los duendes hacen el coro e inician el cortejo mágico para que nos aprestemos a sentir el universo y, al menos, tocarlo un poquito con los sueños.

Siempre titila la luz tímida de un barco de pescadores, con el eco callado de la canción tenue que susurran, cuando arrullan su alma con el dejo melancólico de las estrellas suspendido en su red.

Es la magia maravillosa de la música de la naturaleza, surgida del murmullo secreto entre la marea y esa línea de luz, casi imperceptible, que anuncia que algo grande va a ocurrir en el horizonte.

Y, al final del concierto, los enigmas revelan su misterio en la espuma blanca que se deja seducir por la orilla, para rendirse en ella y retornar a la sal atrapada en ese despliegue de inmensidad que subyuga.

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