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Entonces mi pobreza mortal va quedando atrás y ya no importa la banalidad.
Domingo, 20 de Marzo de 2016

Conmigo y yo hemos ido superando nuestras diferencias: ya estamos en el plano donde prevalecen las opciones intelectuales y espirituales; por supuesto, ello requirió extensas jornadas de estudio, para convencerme yo de que conmigo, quien está en mi interior, me daría estupendas oportunidades de reconocerme como un ser humano apto para ser mejor que la materia contenida en el mero cuerpo, apenas protegido por una piel deleznable y barata, que se va deshaciendo en los pliegues de sus arrugas.

Ahora observamos pacientes cómo la vida es una muestra de la eternidad que se presenta a diario, simple o compuesta, según cada quien. Y acertamos cuando el paisaje nos enseña, por la nitidez de la luz o la magia de la penumbra, que somos familiares de la esperanza que se da a borbotones en la naturaleza, como un ejemplo constante de sus dimensiones, majestuosas, de una evolución que se nutre de los sueños y guarda en sí misma la sabiduría necesaria para reverenciar, humildes, la supremacía del destino.

Nos unen propósitos similares, en un círculo común de ilusiones: conmigo es obstinado y piensa cosas distintas, que yo no entiendo sino después de largas sesiones de lectura y de repaso (de muchas veces), porque la verdad es que no poseo la inteligencia suficiente para asimilar sus lecciones de una vez.

Me muestra poemas, filosofía, historia, arte, música, geografía, sagas legendarias, en fin, todo lo que puede ofrecerme una alternativa para aliviar mis inconsistencias. Y con eso me cautiva.

Entonces mi pobreza mortal va quedando atrás y ya no importa la banalidad, sólo es valiosa la sensación de cambio, de nuevo rumbo, de ir dejando para los rincones de los caminos la costra que se desprende de los pasos falsos que di en la vida y de los complejos, esa podredumbre que se va transformando en un viento noble que despeja la bruma que oculta el horizonte. A lo mejor pronto, conmigo y yo, nos despediremos del tiempo mortal, una vez estemos preparados para trepar por las escalas del arco iris.

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