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Año de elecciones y riesgo político

Este año tendremos elecciones presidenciales en Ecuador (febrero), Honduras (marzo), Perú (abril) y Chile (noviembre), además de comicios legislativos en México, Argentina, El Salvador y Chile.

Estamos iniciando este 2021 con muchas novedades desde el punto de vista político electoral en nuestra América.  Empecemos por el 20 de Enero que es la fecha en que asume como Presidente de los Estados Unidos, el candidato que ha triunfado y que ha sido ratificado por el Congreso de tal país. En esta ocasión ha sido el demócrata Joe Biden, en la situación más azarosa y convulsionada de la política norteamericana desde que se tenga registros.  

Además, el 6 de este mes será recordado como un día de vergüenza y de oprobio para la mayoría de los ciudadanos norteamericanos, porque jamás nadie pudo imaginar que llegase a ocurrir que las huestes azuzadas por el Presidente en ejercicio y derrotado en las urnas iban a invadir la sede del Capitolio para así intentar oponerse por la fuerza a la decisión soberana de los electores.  

Indudablemente ello es muy grave.  Que lo mismo ocurriera en alguno de nuestros países, o en África o en Medio Oriente, sin que sea aceptable ni justificable ha sido de una lamentable frecuencia y naturalidad.  Y como este año se realizarán varias elecciones en América Latina y el péndulo se está moviendo de izquierda a derecha y viceversa, bien vale detenerse un instante para observar y analizar.  

Este año tendremos elecciones presidenciales en Ecuador (febrero), Honduras (marzo), Perú (abril) y Chile (noviembre), además de comicios legislativos en México, Argentina, El Salvador y Chile, con lo cuál se pondrán a prueba la fuerza de varios líderes de la región.  Si somos objetivos y también precavidos, la situación general no es la más propicia para que se lleven adelante estos comicios, y ello porque la acumulación de frustraciones y descontentos de la población se pueden traducir en que líderes que sustenten sus campañas en ofrecimientos y promesas populistas y con bajo soporte, triunfen ante la magnitud de las crisis que estamos viviendo y así se dé inicio a un nuevo ciclo de gobiernos de corte populista que en muy breve plazo se convertirán en presas de sus propias promesas que se verán imposibilitados de cumplir.

Como ya lo hemos visto en otros análisis, América Latina enfrenta un triple problema, a saber: sanitario, económico e institucional.  Es muy probable que nos estemos aproximando si acaso ya no nos encontramos inmersos en una nueva década perdida para la región.  Y ello, porque el estancamiento económico en los últimos seis años, la pandemia de la COVID-19 y los muy bajos niveles de confianza en la institucionalidad política y en sus actores, hacen que el pesimismo realista se esté imponiendo sobre una mirada simplista de la realidad y del entorno.

Casi ningún país de nuestra América puede exceptuarse de la cada vez más tirante relación entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, a lo cuál se debe sumar una dramática pérdida de confianza de la población respecto de los actores políticos, con lo cuál están retomando protagonismo las Fuerzas Armadas y de orden, que tienen el monopolio del uso de la fuerza.  Si a ello, le sumamos el complejísimo cuadro económico tenemos un muy poco halagador futuro político democrático en su más amplio sentido para nuestros países y sus entornos.  Ni qué decir del deterioro en el proceso de elaboración de las políticas públicas y del desprecio por la evidencia técnica.

Concluyo afirmando que el hastío generalizado por la política y los políticos, es una nueva espada de Damocles que pende sobre nuestras frágiles democracias, siendo ello responsabilidad exclusiva de los actores de los ejecutivos y legislativos, además de los propios partidos políticos. 
 

Miércoles, 20 de Enero de 2021
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