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Presumo de ecologista. Por ejemplo, no tiro el empaque del chicle al suelo y el chicle me lo trago para no contribuir a las aceras dálmatas.
Lunes, 8 de Marzo de 2021

Hombre de cincuenta años bien vividos, mal recompensados. Estudios medios y competencias en oficios ad honorem, o sea, por la honra, por la sola satisfacción del trabajo, que para mí no es un enemigo sino un amigo que me da la espalda. En la actualidad gozo de empleo desechable, es decir, que puedo dejar en cualquier momento o que me pueden echar de un instante a otro. Soy solvente a medias, es decir, que carezco de soluto lo que me tacha como un tipo sin solución. También soy sostenible, no como los cultivos hidropónicos ni los modelos agrícolas sino que soy propenso a que me mantengan. Eso sí, soy impermeable a los avatares del mercado y estoy disponible a ponerle el pecho a lo que me pongan, excepto cambiar ruedas, inflar globos para fiestas y pasear perros.

Presumo de ecologista. Por ejemplo, no tiro el empaque del chicle al suelo y el chicle me lo trago para no contribuir a las aceras dálmatas. No es que sea resistente al agua como los relojes finos, sino que opté por tomar la ducha un día sí un día no, y si el Sí cae en domingo, pues No. El planeta hay que cuidarlo, hay que tomar la ecología como una inversión; por ejemplo, ojo jóvenes: si van a comprar vivienda o terreno para construirla, que sea a más de 500 metros sobre el nivel del mar. Y no se preocupen por los mayorcitos, sabemos nadar y tenemos asumida la perspectiva de ahogarnos con las aguas saladas de la pena o del océano. Además, me precio de tener cuotas suficientes de resiliencia, esa palabreja que robamos a los psicólogos para acuñarla a toda suerte de prácticas y que las llamadas nuevas generaciones han adoptado estoicas –es de encomiar– lo aguantan todo, hasta que le bajen el sueldo y los sometan a teletrabajo los días de guardar. Me uno a sus sinsabores, resistamos, reciclémonos, reinventémono
s, así solicitar patentes salga muy caro. Soportemos que nos deban dos meses de sueldo pero no tres, toleremos órdenes pero no mandamientos. Yo, por lo menos aguanto eso y más, gracias a que soy ¿cómo se dice? free spirit, libre de sulfitos como los vinos responsables, aunque pueda tener trazas de bachiller y me hayan dicho hasta guapo.

Aclaro, estas líneas, aunque parezcan un curriculum vitae son un anuncio, de los que cobran por palabras y que dadas las circunstancias y la extensión no sé si me alcancen las monedas. En resumen, Hombre con los atributos expuestos con anterioridad so-li-ci-ta: dama emancipada, de las de antes o de las de ahora; no me malentiendan, no empiecen a buscar epítetos contra este su servidor. Empiezo de nuevo: mujer muy mujer, de la misma edad o inferior para no tener que llamarle vieja pendeja cuando riñamos. Preferible feminista moderada, no de las que se comportan como los individuos que dicen combatir y adoptan posturas como las que desean abolir; que no se sienta menos si le cedo el puesto en el bus, que no me cape en las redes sociales por un piropo que en los noventa no sería más que un requiebro baboso. Una mujer que no me recoja la ropa del suelo, que no agradezca que orine sentado. No importa si es carnívora o vegana de verdad, no de postura. Necesito una dama que me quiera lo justo y me acepte como un err
or. (Interesadas abstenerse).

Este texto —escrito en un folio de rayas y en tinta verde— fue encontrado dentro de un tratado sobre absurdismo y es reproducido con oportunas censuras, pues la libertad de expresión empieza y termina cuando y donde conviene. Como en las parejas.

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