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Con aroma de nido…

El telón se abre entonces a la magia de teatro que allí ocurre, mientras la literatura se diluye en algún piano majestuoso, o en un violín cordado por el adagio del amor, entre libélulas y ruiseñores.  

El canto del silencio sugiere en cada sonido de la naturaleza versos bonitos, muy breves, porque son como aleteos de colibríes, o los últimos rayos de luz que rasgan la madrugada en dos.

El telón se abre entonces a la magia de teatro que allí ocurre, mientras la literatura se diluye en algún piano majestuoso, o en un violín cordado por el adagio del amor, entre libélulas y ruiseñores.  

Por ello, en la mañana salgo a respirar el aire tenue, manso, perezoso, que cuenta las cosas de los pájaros, o de las matas, o de cualquiera de las ramas que cuelgan como columpios seductores de aves, con aroma de nido.

Y a esperar el momento en que cambia la oscuridad a luz, que se llama conticinio, un bello instante de la eternidad que sostiene la latencia de la vida, palpitante, como esperando algo desconocido -inquietante- que quizá no va a llegar, pero que alienta la esperanza.

Si una llovizna leve (garúa) decora la fantasía, se conforma el escenario ideal para una sinfonía de colores que se asoma y sólo dura unos minutos, mientras la nostalgia desliza su ternura en los pliegues del corazón.

Cuando la luz matinal cierra las puertas de la aurora, los recuerdos se guardan en la sombra de los ojos soñadores y allí se duermen, hasta que aparezca otra madrugada con el rumor de una aureola azul del tiempo.

Entonces miro pasar la vida acumulando soledades bonitas que se cuelgan como enredaderas en mi imaginación.

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Lunes, 16 de Agosto de 2021
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