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¡Con la cultura no se come!

No es que se hayan trastocado los valores, pues para ello es necesario que existan. 

En la era Berlusconi, “Il Cavaliere”, querido, pícaro, polémico, ególatra, extravagante, mujeriego, mafioso y su periodo el más corrupto de la Italia del nuevo siglo, se produjeron las frases más horripilantes de la banalidad.  El ministro de Finanzas por ejemplo en día iluminante, expresó: “Con la cultura no se come” e insinuó; “Que hagan un bocadillo de cultura, comenzando con La Divina Comedia”. 

Años antes Betino Craxi, otro caballero de la corrupción italiana acorralado ante las demostraciones de la negrura de su alma corrupta, lavó con aguas negras su imagen diciendo: “El sistema era así, todos hemos pecado”, tamaña justificación para sus garras sucias que lo llevaron a morir en Túnez, prófugo de la justicia.

No es que se hayan trastocado los valores, pues para ello es necesario que existan. Cuando no existen lo que se da es la contracultura, que trata de borrar la que hay. Es una de las fundamentaciones de la historia cíclica de Toynbee, por ello se repite, pues el hombre como las aguas vuelve a su cauce, o como dicen nuestros campesinos,  todos los ríos vuelven a la “madre vieja”. Siempre prevalece el bien.

La contracultura son tendencias, formas transitorias opuestas a la pulcritud por ejemplo. Fue un término que puso de moda Theodore Roszak, en el fabuloso año 68  cuando la generación nuestra se rebeló: Beats, hippie, punk la gente del undergraound. Que son como ofensivas contra lo tradicional.

Solo que los sucesos cotidianos se han vuelto muy banales. Llegar, por ejemplo, a entregar la vida por una locura económica que ni siquiera se disfruta. Pablo Escobar y sus imitadores que lograron realizar locuras de satisfacción económica inconcebibles, que  nunca disfrutaron con los suyos y que murió como un gato en un tejado perseguido por la ley y la contra ley. Sí, la cultura de Berlusconi pero a la bananera.

Al ministro de Fianzas italiano, Giulio Tremonti, que solicitaba un bocadillo hecho con la Divina Comedia, le respondió Bruno Arpaia y Pietro Greco que sin la cultura no habríamos en occidente llegado al principal motor del desarrollo económico y social de hoy y que en realidad el mundo no come de las finanzas, sino de la cultura. Así lo debería entender la ministra de Educación, Parodi.

Fue célebre la conferencia del presidente Francois Mitterrand, que gobernó 14 años a Francia, cuando hablando de la globalización de fin de siglo y puntualizó que la fortaleza de la cultura occidental creció y se consolidó con la aparición de América. Ah dijo: ¡si nosotros tuviésemos a América Latina! Efectivamente significaba que si Francia, que proyectó tan inmensa influencia en nuestra independencia y  con la cultura de la ilustración que globalizó los Derechos del Hombre, dispusiera de un continente que hablara francés, serían los dueños del mundo. 

El péndulo de la historia va y regresa. A esta contracultura del dinero fácil aunque no se disfrute del confort transitorio porque la vida del “facilista” es corta para disfrutarla, le está llegando  el regreso del péndulo. El mensaje político de Cristo por la igualdad, la libertad, la verdadera justicia, la inclusión, se le une el mensaje económico de la propiedad racionalizada y participativa. El péndulo regresa hasta con sentido estético, que pone en el sitio de dignidad de la mujer que entendió mal la liberación de género, y trocó la delicadeza y el glamur; por  la ordinariez y la dulzura por el “boquisucismo”. En conclusión, de la cultura es que come el mundo occidental.

Adenda: Las repúblicas bananeras no tienen constitución política, solo un borrador de apuntes para a  pasar a limpio,  como diga el profe cada… cuatro años.

Miércoles, 18 de Mayo de 2016
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