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Cristal de Ocaña 450
La sombra colonial ha dejado  una leyenda prendada en el cielo.
Domingo, 13 de Diciembre de 2020

En mi Renault-4 hice varias veces el trayecto Cúcuta a Ocaña, cuando la vía era precaria y se recorría en poco más de diez horas, por una estrecha y agreste calzada de tierra la cual, a pesar de los quebrantos de su topografía, compensaba las incomodidades con hermosos paisajes.

Ahora, a sólo unas cuatro horas, nos da la posibilidad de estrechar lazos afectivos con esa región maravillosa que extiende sus brazos en pueblos -todos bonitos-, sembrados en las montañas para emocionar a los viajeros y generar una constante evocación de visitarlos.

La sombra colonial ha dejado en ellos una leyenda prendada de cielo y de sueños, a través de una majestuosa tradición de honores, de mujeres hermosas y glorias ilustres heredadas de los recuerdos de la añeja España.

He compartido entrañables jornadas culturales con ilustres personajes en Ocaña, Convención, El Carmen, Ábrego y La Playa de Belén; los demás poblados, los conozco por referencias recogidas del viento que bordea las cumbres, el cual me ha abierto un cristal para traslucir el tiempo mágico de la provincia.

La eterna primavera de Ocaña se refugia en una de esas cuchillas montañosas para proteger el mármol de su acervo, y lo cuenta en un bambuco, en un poema, en una sonata para piano, o lo vuelve eco de sus propias hazañas.

Las manifestaciones de su idiosincrasia admirable, brotan esplendorosas para festejar los 450 años de su fundación, en una temprana red de serenatas, simultáneas en alegría y bendiciones.

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