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De la fe al ocio
Pero sacar el día de descanso del calendario civil o religioso, eso si no permite el pueblo colombiano. Derechos son derechos.
Domingo, 22 de Mayo de 2016

Según un antiguo estribillo “tres jueves hay en el año, que causan admiración: Jueves Santo, Corpus Christi, y jueves de la Ascensión”.

Acaba de pasar uno de estos jueves, el de la Ascensión del Señor – concretamente el 5 de mayo que lo gozamos el lunes 9 -, y de lo único que fue consciente la población es de que había descanso laboral o puente. Desde la instauración de la Ley 51 de 1983, llamada Ley Emiliani, al tenor de la cual los festivos que caigan entre semana se trasladan para el lunes siguiente, salvo, por supuesto, si caen en lunes, los  colombianos perdieron no solo la noción sino el respeto por estas celebraciones piadosas que antaño revestían tal solemnidad que se recordaban con el “dicho” dicho arriba, y perdonen la redundancia, a propósito.

Cuarenta días después de haber resucitado y de aparecerse once veces a sus apóstoles y a seguidores en masa, Jesucristo subió al cielo por su propio poder, al contrario de la Virgen María que fue asunta, es decir, subida por el poder de Dios. Este es, en esencia, el acontecimiento que la Iglesia conmemoró durante muchos siglos un jueves y que el congreso colombiano trasteó para un lunes, con anuencia de la jerarquía católica, que eliminó varias fiestas de guarda, entre ellas ésta.

Conocí a tres personas que se llamaban Ascensión: Ascensión Vargas, un campesino residente cerca de La Sanjuana, en la vía – Cúcuta - Ocaña, que cultivaba una yuca blanca, exquisita como un pan, la mejor yuca de la región, nunca superada ni por la de Saravena, y que por ser dueño con sus dos hermanos de la finca se habló siempre de la  yuca de los Varguitas; otra fue doña Ascensión Vaca, de Ábrego, y María Ascensión Plata, tía de mi padre, que tenía un almacén en el centro de Cúcuta. Ya hoy nadie lleva ese nombre. Como la fiesta, se olvidó.

Pero sacar el día de descanso del calendario civil o religioso, eso si no permite el pueblo colombiano. Derechos son derechos. Y más, el derecho a no trabajar, no importa cuál sea el motivo. El motivo es lo de menos.

No queda en este año sino un jueves de vagancia – de los tres mencionados -,  el del Corpus Christi, que cae el 26 de mayo pero el que repondremos el lunes 30.

De tal solemnidad religiosa solo sobrevive el recuerdo en nuestros pueblos de los altares en las calles adornados con racimos de plátano y yuca, de frutas como piñas, naranjas, bananos, mangos, zapotes, aguacates y pomarrosas, y de hermosas flores como rosas, claveles, lirios y helechos. Eran fiestas colectivas, coloridas y de gran alegría para todos. Fiestas que añoramos los que las vivimos.

Todo ello pertenece al pasado y a la memoria de los viejos. El presente es el puente no laborable, el preparativo desde el viernes para ir a la playa o a la cabaña o a otra ciudad, y regresar el lunes en la tarde, a veces más cansados que cuando se emprendió el viaje, y por supuesto desplatados, por cuenta de un santo o de una fecha religiosa que ya hasta en el almanaque católico aparece en caracteres minúsculos.

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