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Diciembre llega en noviembre

En toda hoja de vida, en solicitudes de empleo o en cualquier simple formulario, la pregunta clave es: Fecha de nacimiento.

Viéndolo bien, diciembre es un mes de malas. Los demás meses empiezan el día primero, como debe ser, y con todas las de la ley, menos diciembre que comienza en noviembre y algunas veces hasta en octubre. 

Es decir, no tiene clara cuál es su fecha de nacimiento, algo que es grave en cualquier criatura. En toda hoja de vida, en solicitudes de empleo o en cualquier simple formulario, la pregunta clave es: Fecha de nacimiento. Y en eso nadie se equivoca. O nadie puede equivocarse. Ni siquiera los meses. Pero diciembre no tiene una fecha precisa de cuándo empieza: todo es vago, impreciso, incierto. Diciembre comienza cuando a cada quién le da la gana.

Acabo de ver la fiestonona que en estos días hizo un Centro comercial, con pólvora y papayera, inaugurando alumbrados y adornos navideños “porque ya llegó diciembre”. Y hasta ahora estamos a mitad de noviembre.  Las tiendas de barrio iniciaron también sus arreglos decembrinos: El Cerrito, El buen sabor, Los Amigos y otros,  adelantaron diciembre a su antojo. 

Y en eso colaboran las emisoras. Ya suenan La víspera de Año nuevo, el Burrito sabanero y Antón tiruliruliru. Y ya empezó la cuenta regresiva con aspavientos de alegría. La idea es meternos diciembre por los ojos. En diciembre hay que estrenar. En diciembre hay que dar regalos. En diciembre hay que demostrar el amor que se les tiene a los amigos, cercanos y lejanos, aunque el resto del año les hayamos hecho el feo. Como si Jesús hubiera dicho: “Amaos los unos a los otros en diciembre”. 

Diciembre es un mes de malas. La gente le tiene miedo a diciembre. Y si a uno le tienen miedo la cosa es grave. 

Al desempleado no le preocupa que llegue julio sin conseguir empleo, ni abril, ni agosto. La terronera empieza cuando se acerca diciembre y lo agarra con los bolsillos pelados. “Lo más triste en la vida es estar en la carramplana”, decía mi nono Cleto Ardila, el arriero. Y diciembre en la carramplana es lo peor de lo peor.

Diciembre es un mes estresante. Se estresa el que nada tiene. El vendedor que no vende. El que perdió el puesto. El que no alcanzó a pagar las deudas del año. El que siente que le pusieron cachos. El que ve frustrados sus sueños. El que no tiene con qué comprarle siquiera un carrito de palo a su pequeño hijo, o el celular a su hijo ya crecido. Diciembre estresa a más de uno.

El “Añoviejo” le teme a diciembre porque sabe que ya casi le meten candela jopo arriba, porque se portó mal o porque así es la gente desagradecida: Hay que estar bien con el que llega. No con el que se va. De malas, diciembre. 

Los pavos (piscos entre nosotros) le temen a diciembre. No sé por qué en ningún otro mes del año se come pavo relleno, como se come lechona o como se come sancocho de gallina cada ocho días. Pero una media noche del 24 de diciembre sin pavo relleno es una nochebuena no buena. Y sin pavo relleno, la despedida de año es desabrida.

En el campo o en las familias de escasos recursos, es costumbre durante todo el año ir engordando algún cerdo, con sobras de comida, para sacrificarlo en diciembre. Y algunos cerdos se escapan. Le temen a diciembre.

Pero ¡qué carajos! Al fin y al cabo en diciembre nace el Niño Dios y eso nos basta. Que suenen los Tucusitos y se prendan las luces. ¡Bienvenido diciembre, aunque todavía sea noviembre! ¡Que algún regalo llega!

Martes, 16 de Noviembre de 2021
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