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Dime con quién andas

Álvaro Uribe es el único colombiano que considera que la justicia colombiana es un potro cerrero que hay que domesticar a rejo.

Están asesinando uno a uno a todos los testigos contra Santiago y Álvaro Uribe Vélez por su presunta participación en la conformación del grupo paramilitar “los 12 apóstoles”. Sobre Carlos Areiza, el último que acribillaron en una calle de Bello, Antioquia, el ex presidente Uribe dijo que era un “buen muerto”.

Este lenguaje de matón (“si lo veo le doy en la cara, marica”), es la demostración de lo hondo que ha calado en la sociedad colombiana, la cultura traqueta. A Uribe le aplauden su talante frentero (pero no lo fue durante los 8 años de su gobierno ante los Estados Unidos cuando se rindió a sus pies y envió tropas colombianas a la guerra de Irak para ahorrarle bajas al ejército norteamericano); A Uribe le aplauden la Seguridad Democrática que permitió a ricos terratenientes volver a sus fincas, pero les grita a las madres de Soacha (en un abierto irrespeto a la mujer campesina) que sus hijos, asesinados en falsos positivos, fueron dados de baja en combate, “no fueron a recoger café”, iban con propósitos delictivos. Sin embargo, se ha registrado hasta la fecha 4.500 casos de ejecuciones extrajudiciales según Human  Rights Watch y la justicia colombiana durante los ochos años de gobierno de Álvaro Uribe.

Tampoco parece importar que Uribe haya levantado falsos testimonios, injurias y calumnias a prestigiosos periodistas críticos de su gobierno, y que la justicia colombiana lo haya obligado a retractarse. Y digo “haya obligado”, porque Álvaro Uribe es el único colombiano que considera que la justicia colombiana es un potro cerrero que, al igual que su  hato del Ubérrimo, hay que domesticar a rejo. Todo en él huele a sucio y a sangre seca. El que tenga nariz para oler que huela. 

Pero Iván Duque, pupilo y responsable de su legado, no tiene nariz. O, mejor dicho: tiene nariz uribista y solo percibe la mermelada de sus opositores en el gobierno pero nunca el fango de estiércol en el que se revuelca como un cerdo en su muladar. No se ha dado cuenta que Uribe desde la época de la Aeronáutica Civil, hasta la presidencia de la república, ha llevado una carrera política cuestionable. Son 260 investigaciones: desde las chuzadas del Das hasta el caso de la Yidispolítica. (Ernesto Báez, ideólogo de las AUC, acaba de confesar que durante el gobierno de Uribe el 50 por ciento del Congreso era cuota paramilitar y no el 35 del que hablaba Mancuso).

Y si no ha pasado nada en la Colombia de las colombianadas es justamente por una colombianada: no hay suficiente tinta de fotocopiadora en la Comisión de Acusaciones  para reproducir el material de las denuncias. El solo expediente de las chuzadas del Das tiene 17 mil folios que podría producirle un infarto a la única fotocopiadora que existe en la Comisión.

Pero hay más: la mayoría de las figuras públicas que rodean a Duque no son un ejemplo para el país: Popeye, el youtuber de la mafia, ex sicario de Pablo Escobar, invita en su cuenta de Twitter a votar por Duque y asesinar a Gustavo Petro. Y Duque ni se inmuta. Pacho Santos, que pedía electrocutar a los jóvenes que participaran en protestas estudiantiles, y señalado de organizar el bloque Bogotá del paramilitarismo, apoya a Duque. Y Duque sonríe y se pasa coquetamente la mano por un bucle.

No hace mucho la ex fiscal Vivian Morales le reclamaba a Uribe “¿cuántos muertos, Dr Uribe para saciar tanta sed de sangre y desolación?” Ahora Vivian Apoya a Duque. Y  Duque da un saltito de alegría. Y Alejandro Ordóñez, el Torquemada de Bucaramanga, destituido por corrupción, apoya a Duque. Y Duque celebra bailando vallenato. Me quedan faltando la media docena de ex guerrilleros que apoyan a Duque. Y Carlos Alonso Lucio, que ya es tocar fondo.

Decían los abuelos, “dime con quién andas, y te diré quién eres”. Buen, pues, de eso se trata.

Jueves, 10 de Mayo de 2018
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