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El complejo tejido colombiano
¿Por qué no permitir que democráticamente se promueva una apertura de cambio?
Domingo, 16 de Abril de 2023

Colombia tiene una nutrida pluralidad de fuerzas económicas, sociales y políticas, con identidades que parecieran ser diferentes, pero finalmente resultan coincidentes, y no, por cierto, en lo mejor que pudieran ofrecer sino en lo más negativo de sus agendas y acciones.

En cuanto a la utilización de la violencia como recurso contra las posibilidades de cambio están muchas veces en la misma línea. Allí los grupos alzados en armas con núcleos empresariales y partidistas alineados en la fuerza para generar miedo y crear narrativas de distorsión a la medida de los intereses por ellos representados. Para eso se inventaron a los paramilitares, el brazo armado de los señores feudales y de los caciques a quienes los anima enfrentar a sus adversarios a sangre y fuego.

Los discursos con supuesta sustentación académica contra las iniciativas de cambio contienen detonantes tan nocivos como las escaladas a muerte de los frentes de la subversión agrupada en la guerrilla. No es el debate con argumentación válida en términos de ofrecer soluciones que saquen a la sociedad de los atrasos acumulados, de las adversidades crónicas y de discriminaciones clasistas amarradas al deleznable modelo de desarrollo, sino la manida fórmula de más de lo mismo para seguir conservando lo que se hizo mal por los sucesivos gobiernos indolentes. Es una reiteración de malas intenciones, porque no es posible que en tanto tiempo no se haya asumido la gestión de variar el extravío.

El mismo Partido Liberal terminó haciéndole el juego a la derecha, echando por la borda los principios de justicia social. Los programas defendidos por López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán y Virgilio Barco fueron reemplazados por el retrógrado neoliberalismo de César Gaviria, quien sigue defendiendo la salud como empresa rentable para algunos y no como un derecho fundamental para toda la población.

No causa sorpresa que en la gavilla contra a paz y las necesarias reformas se encuentren los dirigentes del Partido Conservador o ideólogos del statu quo como Vargas Lleras y la señora Toro, así como congresistas oficiantes del atraso nacional. Ellos están comprometidos con los inamovibles, lo cual les ha dado supervivencia sin importarles problemas como la pobreza, la violencia y la corrupción que generan perturbación en la vida de la mayoría de los colombianos.  Ellos, sin duda, son libres de atrincherarse en esa posición, pero no pueden pretender que la suya es la verdad infalible a la cual hay que entregarse dócilmente. Ya demostraron que no fueron capaces de construir una nación en paz y sin las brechas de pauperismo recurrente.

¿Por qué no permitir que democráticamente se promueva una apertura de cambio? ¿A quién le puede causar daño que se mejoren las condiciones de vida de los colombianos, no con los mismos abonos del pasado sino mediante opciones de beneficio general?

Colombia no puede seguir amarrada a las violencias de los grupos armados o de poder político. Tampoco a la pobreza y la corrupción. El cambio es posible para bien de todos y esa opción debe persistir, con la convicción de que es lo mejor para que no siga siendo una ficción el Estado social de derecho que ya está consagrado en la Constitución de 1991.

Puntada

La reunión de los presidentes Gustavo Petro y Joe Biden en Washington el 20 de abril es una oportunidad histórica para infundirle una nueva dinámica a las relaciones de Colombia y Estados Unidos, sustrayéndolas de las estrecheces del narcotráfico y dándoles una dimensión de cooperación económica de recíproco beneficio.

ciceronflorezm@gmail.com

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