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El dudoso orgullo de extraditar
¿Qué representan los procesos de extradición para los colombianos?
Lunes, 16 de Mayo de 2022

Con la cabeza en alto y secundado por los altos mandos castrenses, el núbil mandatario de los colombianos anunció con voz firme y tono calculado que se había logrado la extradición del más sanguinario delincuente de este siglo. Porque el del pasado ya lo conocemos y sabemos cómo terminó.

El tratado de extradición no es, como lo quieren dar a entender, un acuerdo entre dos. No, fue más que un acuerdo; fue una imposición. El coloso del norte con todo su poder económico logró que nuestra república bananera aceptara enviar a los connacionales a su poderoso país para exprimirlos a su antojo. En últimas se trata de recuperar una buena cantidad de efectivo que produce el inefable negocio de la droga. No es un problema de salud; es del orden económico.

Extraditar significa que nuestro sistema judicial no solo es ineficiente sino corrupto.

Extraditar quiere decir que nuestro sistema de aseguramiento intramural es ineficaz y ha demostrado que se puede torcer con dádivas y conexiones por lo alto (Merlano, Mattos, alias Matamba y un largo etcétera).)

Extraditar puede silenciar acusaciones que ya habían empezado y que pusieron a temblar a más de un político, militares, empresarios, latifundistas y otro largo etcétera.

Extraditar significa, sobre todo, pisotear lo más importante en un proceso de estos: acaba con las esperanzas de los primeros en la lista de damnificados; las víctimas de tantos crímenes y vejámenes por parte de estos criminales que deberían probar las crueles incomodidades de nuestros vetustos centros penitenciarios.

Es vergonzoso y deja un sabor a resignación hacer justicia de esta miserable manera. Incapacidad para hacerlo en nuestro sagrado suelo, resignación porque lo ordena un poderoso, indignación de saber que tenemos un sistema judicial tramposo y corrupto. 

Cuando regrese el reo, arrepentido y reblandecido sin recursos, ya sus propiedades  y su capital ha sido repartido entre sus secuaces. Es ilusorio pensar en reparación y reivindicación de las víctimas. 

El coloso del norte quedará satisfecho y regresará al maleante a pagar sus fechorías en donde las cometió y en donde están los muertos de las masacres, los desplazados viviendo en donde pueden y las víctimas de vejámenes  derramando lágrimas de dolor e impotencia. 

¿La extradición es de doble vía? O sea que ¿podemos ver algún día un gringo enviado por EEUU para ser juzgado en Colombia? 

Enviar a un connacional para ser juzgado en otro país no debe ser motivo de orgullo; es más bien, incapacidad, facilismo y obediencia servil que recuerda las nefastas épocas del colonialismo y la esclavitud.

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