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El estallido de una gavilla anunciada

De todos modos, la gavilla contra el cambio no le hace bien a Colombia.

No se trata, como lo prejuzgarán algunos, de salir en defensa del presidente Gustavo Petro. Él está en capacidad de dar cuenta de cuanto dice o hace, así como de medir sus efectos.

El tema es el montaje del aparato propangadístico a la medida de intereses de clase considerados como patrimonio intocable por sus privilegiados beneficiarios, a costa de los males causados por la desigualdad a la mayoría de los colombianos. Es la gavilla de quienes han manejado el poder en la nación con talante hegemónico y hoy no lo tienen completamente.

La gavilla está formada por los altos mandos de los partidos que sostienen el viejo establecimiento y por sus asesores o servidores incondicionales, quienes no toman en cuenta la abultada deuda social  que ellos han acuñado por los negativos resultados de sus gobiernos, aunque hablen de indicadores sobre crecimiento de la economía, de institucionalidad y de una tal democracia que no ofrece las satisfacciones efectivas a la población marginada de las garantías consagradas en la Constitución al disponer que “Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”.

La cerrada oposición a los cambios que requiere el país para dejar atrás la pobreza, la violencia, la corrupción y tantas desgarradoras carencias, es expresión de la gavilla ahora activa, que es un estallido anunciado, alimentado por la arrogancia de algunos servidores públicos, montados en el caballito de la agresión verbal contra el propio Jefe del Estado, sobre quien descargan su odio por no estar de acuerdo con propuestas que buscan que la democracia no sea una ficción sino de contenido funcional, con justicia y condiciones de vida digna.

¿Por qué esa dogmática resistencia al mejoramiento de las condiciones de vida de todos los colombianos?

¿Cómo puede considerarse negativo ampliar la cobertura de la salud y sustraer el manejo de sus recursos de entidades privadas que han demostrado incapacidad en su administración? ¿Está mal reconocerle a los trabajadores las prestaciones normales que les fueron recortadas en pasados gobiernos? ¿Y a quien puede perjudicar un sistema pensional que extienda ese derecho a quienes lo merecen? Aferrarse a que nada cambie es una posición de perversión.

De todos modos, la gavilla contra el cambio no le hace bien a Colombia. Y está bien que se debatan las iniciativas, pero sin garrote. No puede ser pecado la defensa de las propuestas de cambio. Y los viejos mandos del atrasado establecimiento no pueden cerrarle el paso a una nueva opción. Lo que fracasó hay que desmontarlo e irrigar savia nueva. Eso es válido en una democracia que no esté reducida a procesos aparentes de participación popular.

Con la gavilla se busca crear confusión y activar un frente de guerra sucia, que puede llevar a conflictos de difícil superación.

Puntada

El fiscal Barbosa es provocador, arrogante y narcisista, por decir lo menos. Una posición que le hace mucho daño a Colombia y lo deja a él en un terreno deleznable.

Domingo, 7 de Mayo de 2023
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