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El libre derecho a la protesta

La respuesta al uribismo tiene que ser con argumentos que demuestren que al país le va mejor con la paz.

El derecho a la protesta es legítimo. Es un recurso que tienen los ciudadanos de oponerse, de expresar su inconformidad, de tomar distancia de los dogmas oficiales, de obrar en conciencia, de estar por encima del coro de la zalamería y de la empalagosa unanimidad.

No es democrático responder al disenso público con acciones represivas o estigmatizar a quienes se oponen a los abusos de poder. Satanizar las manifestaciones contrarias es caer en la intolerancia, que puede llevar al extremismo de la violencia y de la supresión de la libertad.

Es categórica la Declaración de los Derechos Humanos.  Dice: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a  causa de sus opiniones”.

Por estas razones no podía verse como disonante la marcha convocada por el Partido Centro Democrático  el pasado 2 de abril. Bien está que haga visible sus desacuerdos con las políticas del Gobierno Santos y su oposición a las negociaciones de paz con las Farc. Esa colectividad tiene otra visión del país y prefiere que siga la confrontación y la guerra. Aun así se debe garantizar la libre movilización de sus seguidores en condiciones de seguridad.

La respuesta al uribismo tiene que ser con argumentos que demuestren que al país le va mejor con la paz y la construcción de un Estado democrático que le ponga fin a la desigualdad, a la pobreza, a la corrupción y blinde a la nación contra todas las formas de degradación de la política.

Colombia tiene que salir de tantas estrecheces en que se encuentra atrapada. El país no puede seguir condenado a la violencia recurrente, ni a la impunidad de los privilegiados que tanto defiende el uribismo cuando la justicia toca a sus dirigentes vinculados a conductas punibles por diferentes hechos.

¡Basta ya! de ese mal de la descomposición. ¿Cómo puede insistirse en una guerra que ha dejado tantas víctimas? ¿Cómo no buscarle una solución verdadera a los problemas recurrentes acumulados por la pasividad, o la indiferencia o la complicidad de quienes han gobernado?

Si bien el uribismo debe tener libertad para su protesta, las otras corrientes de opinión pueden exigirle un ejercicio honrado de la política. Y ese ejercicio honrado le impone expresarse con razones de interés público y no bajo la presión del resentimiento o el ánimo revanchista cada vez que sus amigos de cuello blanco más sobresalientes se ven encartados en situaciones embarazosas y son tocados por la justicia.

No son los reproches infundados los que van a sacar a la nación de la crisis que ya tocó fondo. Los colombianos tienen que tomar conciencia de su realidad y quitarse las amarras del atraso. La meta es fortalecer la democracia.

Puntada

“El agua soy yo”, la campaña diseñada por Corponor, y que tendrá como escenario hoy El Malecón de Cúcuta es oportunidad para un ejercicio comunitario que genere cultura ciudadana. Esa idea del director Gregorio Angarita Lamk debe despertar interés general.

Domingo, 10 de Abril de 2016
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