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El próximo 6 de marzo

Estarías cumpliendo 89 años, Maestro, y lo estarías celebrando como siempre.

El próximo seis de marzo estarías cumpliendo 89 años, Maestro, y lo estarías celebrando como siempre: comiendo cabeza de chivo guisado con jugo de mora, o despachando una mojarra abierta en canal y asada a dos parrillas como las que sirven en el mercadito de esquina en el barrio primero de mayo de Valledupar, o en la casa de las hermanas Daza, en la Guajira. O estarías probando un sancocho trifásico en el patio de tu casa en México en compañía de pocos amigos, sin reflectores, sin periodistas, sin curiosos, sin nadie que venga a entorpecer un momento íntimo, porque a los 89 años ya no se está para espectáculos, porque a los 89 años la osamenta pide descanso y tu estarías sentado en un sillón de mimbre viendo cómo en las calles de todas las ciudades de América Latina celebran tus cumpleaños con jolgorio de carnaval y los niños y los jóvenes y los ancianos y las  mujeres desangeladas por los espasmos del tiempo y las pájaras de media noche que pasan extraviadas por las cantinas piden un momento de silencio, señores, para que hable el patriarca, el macho, el duro, el papá de los pollitos, el hombre que le puso tilde a la soledad, para que diga algo, carajo, que después vendrán los altavoces de la letra impresa a reproducirlo todo  por todo el continente dando a conocer al mundo tus nuevos inventos, pero entonces se armaría un embrollo de fiesta de nunca acabar con gentes principales y arzobispos y ministros y generales de la república y el mismísimo presidente en ejercicio vestido de guayabera, la misma que tu usaste para la noche fría de Estocolmo cuando recibiste la gloria universal y todos estarían bailando la cumbia en tu memoria, bailando y zapateando, porque mírenlos cómo mueven el culo esos cachaco pendejos que no dicen el mar sino la mar y se tropiezan como mulas en una voltereta de baile y todo eso crearía un desorden babilónico este domingo de cumpleaños porque nadie podría caminar por las calles a causa de las botellas vacías, las colillas de cigarrillo, los huesos roídos, las latas y trapos y excrementos que dejaría la muchedumbre que viene a celebrar tu respiración y tus días y a coronarte como el más grande de todos los grandes, pero tú, Maestro, no quieres bulla. Tú no eres la Mamá Grande de tus cuentos que celebró los 70 años de su primera inmortalidad con las fiestas más prolongadas y tumultuosas de que se tenga memoria, una fiesta en la que se ponían damajuanas  de aguardiente a disposición del pueblo, se sacrificaban reses en la plaza pública, y una banda de músicos instalada sobre una mesa tocaba sin tregua durante tres días bajo los almendros polvorientos y hacían estremecer las casas del vecindario con el bom bom y tá tá ta taaa y cuanta algazara se le ocurría a los contertulios despotricadores de tu imaginación febril. Pero este domingo no estarás con nosotros así gritemos tu nombre, Gabriel, así te digamos Gabriel nuestro de todos los días, Gabriel García Márquez de la buena hora, pero nos quedan tus libros que es la forma más pura, más bella y más noble de seguir celebrando tus cumpleaños por los siglos de los siglos.

Jueves, 3 de Marzo de 2016
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