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El último del Grupo
Hace exactamente un mes llegó de Barranquilla la infausta noticia de la muerte de Hernando Pérez.
Lunes, 18 de Enero de 2016

A mediados del pasado mes de diciembre, hoy hace exactamente un mes, y cuando nos encontrábamos reunidos en familia esperando la Navidad y el Año Nuevo, llegó de Barranquilla la infausta noticia de la muerte de Hernando Pérez Barros, nombre que a muchas personas no les dice nada, pero quienes son aficionados a la lectura o tienen por profesión estos estudios, lo conocen cabalmente.

Hace exactamente 31 años, cuando cursaba estudios de Derecho en Barranquilla, deambulaba por el Centro de la ciudad y me detuve en la hoy extinta Librería Norte, donde me llamó poderosamente la atención un libro titulado Crónicas sobre el Grupo de Barranquilla, porque había leído harto sobre el mismo y muchas de las personas que pertenecieron al famoso Grupo aún circulaban por la ciudad: Germán Vargas Cantillo, por el Teatro Municipal “Amira de la Rosa”; Alfonso

Fuenmayor, en el Diario del Caribe y tiendas del barrio Abajo, donde quedaba el citado periódico; Alejandro Obregón, en los juzgados del Centro Cívico, donde era llamado con frecuencia como perito en juicios donde se ventilaban copias “increíbles” de sus pinturas; Francisco “Pacho” Posada de la Peña y el locuaz “Toto” Movilla, entre otros.

Un sábado en la tarde avanzaba en la lectura de Crónicas sobre el Grupo de Barranquilla cuando una frase me sorprendió: “El benjamín del grupo era Hernando Pérez Barros, que competía ya con la cátedra” (Pág. 185).

Grande fue mi sorpresa al verificar que era el mismo dueño de la residencia donde estuve alojado varios años, en el barrio Montecristo, junto con mis hermanos Álvaro y Mary, estudiantes de Medicina, todos unilibristas.

Ello hizo que estrechara la amistad con don Hernando, y doña Julia Vega, su esposa, una viajera incansable en su juventud, a mediados del siglo XX, hasta que, como en el poema Desiderata, acató “dócilmente el consejo de los años, abandonando con donaire las cosas de la juventud”; y estrechar esa amistad me permitió conocer una serie de amigos suyos que llegaban a visitarlo, entre otros: Dayán, Quique Scopell, Juancho Jinete y Jacinto Sarasúa. Sarasúa era un afiebrado a la cacería, como el que más.

El pasado 19 de diciembre de 2015, en horas de la noche, su hermano Pedro me llamó para avisarme que “Nando” Pérez -“el benjamín del Grupo”, como lo llamara Fuenmayor-acababa de fallecer, a los 90 años de edad y en plena lucidez. Se me inundaron los ojos y empecé a mirar retrospectivamente, a recordar los años de  juventud en Barranquilla y las tertulias con don Hernando Pérez en la acogedora terraza de su residencia.

Su familia atendió su última voluntad: cremar sus restos y esparcirlos en el mar de Camarones, un corregimiento distante 17 kilómetros al sur de Riohacha, “génesis de la tribu”, como solía decir. Con el deceso del “benjamín del Grupo” queda cerrado el último capítulo del célebre Grupo de Barranquilla, como lo bautizó el tunjano Próspero Morales Pradilla. Paz en su tumba.

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