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¿Estafa usted a su hijo?
En su formación deben conocer las fortalezas innatas que traen por herencia, pero también sus limitaciones.
Jueves, 5 de Agosto de 2021

Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos, o por lo menos esa debería ser la norma, sin embargo, existen ocasiones en las cuales un exceso de amor podría ser perjudicial, pues caemos en la sobreprotección y en la limitación de su independencia. En realidad, el término “estafa” no se adapta con exactitud a lo que hacemos con ellos, pero la consecuencia que apreciamos se asemeja mucho. Cuando alguien le quiere vender un carro que no funciona muy bien y presenta algunos desperfectos, le dice que su desempeño es maravilloso, pero luego de un tiempo comienza a darle problemas. Algo similar ocurre cuando pensamos en venderle un mundo perfecto a nuestros hijos, donde ellos son el centro de atención, siempre tienen la razón y, todos los demás están equivocados o les tienen envidia.

Los niños vienen al mundo con un componente genético que de alguna manera determina su personalidad, pero ésta se va moldeando a través de la cultura y la interacción con sus semejantes, la familia en un principio y, posteriormente sus amigos.

En su formación deben conocer las fortalezas innatas que traen por herencia, pero también sus limitaciones. Podemos estimular sus deseos de superación, de ser exitosos en un futuro, de convertirse en artistas, profesionales universitarios, deportistas o presidentes. Lo que no debemos enseñarles es que todo eso se consigue sin esfuerzo, ahí comenzamos a vender un mundo irreal, de fantasía.

Por supuesto que tener una cara bonita, habilidades para cantar o jugar futbol, van a abrir muchas puertas, pero no es el único que las tiene, y otros se las van a querer cerrar. Algunos padres justifican todas las acciones de sus hijos a medida que van creciendo, de manera que los profesores, entrenadores y hasta tíos y vecinos, se convierten en enemigos envidiosos cuando les hacen señalamientos sobre ciertos comportamientos no adecuados de sus pequeños. Se aparecen en los colegios, canchas de futbol, teatros y piñatas exigiendo que les pongan mejor nota o les den mayor protagonismo en el partido porque ellos se lo merecen solo por ser sus hijos, o hasta dejan de ir a las fiestas de Navidad porque los abuelos y los tíos “no le quieren el chino”, sin detenerse a preguntar por un momento qué es lo malo que le ven.

Probablemente esto no tendría mayor importancia si al final no pudiera afectar la salud mental, ya que, en la mayoría de los casos al llegar la adolescencia aparece un sentimiento devastador, “LA FRUSTRACIÓN”. Se conviertan en jóvenes populares o no, el fantasma de la frustración y por lo tanto la infelicidad les estará persiguiendo. Sus padres les enseñaron que todos los van a querer y admirar sin importar su comportamiento o esfuerzo, como ellos lo hacían, pero ese era un mundo de fantasía, en el mundo real las cosas son diferentes y no cuentan con las estrategias para adaptarse. Nadie les enseñó que si a veces las cosas no salen como se desea, pues hay que buscar otro camino, que si ese hombre no te quiere pues te buscas otro y no debes aguantarle sus abusos, que para aprobar un examen hay que estudiar mucho y que si no entrenas a cabalidad vas a ser suplente. En conclusión, que a veces se gana y otras se pierde, pero si te has esforzado no pasa nada, siempre habrá gente mejor que tú.

Claro que te quiero hijo, y deseo lo mejor para ti, pero tienes que hacer tu parte, yo no te puedo hacer todo ni engañarte cuando no te esfuerzas, pues te estaría estafando.

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