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Futuro para la muchachada
No sobra advertir que detrás de la aparente empatía de Petro y la izquierda por los jóvenes, solo hay manipulación, un uso grosero de la muchachada como herramienta para calentar la calle y erosionar la gobernabilidad.
Lunes, 7 de Junio de 2021

Si la tasa de desempleo nacional para el trimestre a 30 de marzo era de 15,8%, la de los jóvenes era de 23,9%, un 51% más alta. A su vez, el número de ninis, muchachos que ni estudian ni trabajan, saltó de un 22% en 2019 a un 27,7% para febrero de este año.

La crisis que nos han dejado los confinamientos y otras medidas como el pico y cédula, y los toques de queda, muy dura con todos menos con los funcionarios públicos, los únicos que no se han preocupado por sus ingresos en estos tiempos, ha sido aún más cruel con los muchachos.

De manera que las razones para el dolor, la frustración y la rabia son innegables. Ahora, no sobra advertir que detrás de la aparente empatía de Petro y la izquierda por los jóvenes, solo hay manipulación, un uso grosero de la muchachada como herramienta para calentar la calle y erosionar la gobernabilidad.

Pero no hay que equivocarse. Es Petro, no los jóvenes, quien quiere incendiar el país. Hay que cuidarse mucho de estigmatizar a esta muchachada que sale a las calles porque, aunque es cierto que es manipulada y algunos son abiertamente usados con fines violentos, otros muchos protestan pacíficamente y hay que comprender las causas de su enfado y buscar soluciones a las mismas. Y con esto no estoy diciendo que esa muchachada refleje a todos los jóvenes colombianos. Esa generalización, típica de los medios de comunicación, es equivocada. 

La inmensa mayoría de los jóvenes no está en el paro, ni en las protestas ni, mucho menos, en el vandalismo, las vías de hecho y los bloqueos. Pero porque los de la calle sean una minoría no significa que sus razones para protestar no sean ciertas. Lo son y afectan a muchos más muchachos que los que salen a protestar. Basta mirar las cifras de esta columna. 

Ahora, los muchachos no quieren renta básica. Prefieren mil veces que su futuro esté en sus manos y no en las de los burócratas que controlan los subsidios. Quieren estudiar y trabajar. Es nuestro deber buscar soluciones estructurales a los problemas de baja calidad en la educación, desescolarización y empleo juveniles. Hay que empezar por volver a vincular a los muchachos que desertaron del sistema educativo. Para eso hay que usar herramientas como condicionar el acceso y la permanencia en los programas de la red de asistencia social a que los hijos asistan efectivamente a la escuela. Presionar a Fecode para que entienda que primero están los niños y jóvenes y después el interés sindical de sus afiliados. 

También es clave mejorar la calidad, que es un desastre, y la pertinencia de la educación. Para lo primero es vital establecer un mecanismo de calificación de los maestros que esté directamente ligado a los resultados de sus alumnos. Lo que existe hoy es un chiste. La falta de experiencia, de un segundo idioma y de conocimiento técnico lastra las posibilidades de los jóvenes. Hay que hacer alianzas público privadas, con empresas y la academia, para definir e identificar potencialidades productivas y que el Estado apoye la capacitación y el enganche de los jóvenes en esos proyectos. 

Hay que fortalecer los programas de matrícula cero y Mi Primer Empleo e introducirles una variante de pertinencia para que estén alineados con las necesidades del mercado laboral. Estamos educando para lo que no se requiere.

Finalmente, hay que incentivar de manera rápida y decidida áreas como la infraestructura, la vivienda y el campo que necesitan abundante mano de obra no calificada, precisamente la que más abunda hoy entre la muchachada. Eso y los incentivos a los emprendimientos serán tema de otra columna.
 

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