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Herencia envenenada

Los números de líderes sociales asesinados después de la firma del acuerdo con las Farc es aterradora e indignante.

Es increíble el grado de delirio de la mal llamada oposición que está fraguando Petro alrededor de sus ocho millones de votos, que él se adjudicó como propios, en una demostración más de su arrogancia desmedida. Para sus seguidores sectarios y obnubilados, sin siquiera Duque poner un pie como gobernante en la Casa de Nariño, es el causante de todos los males que aquejan a Colombia, con líderes sociales asesinados incluidos, por ende también el presidente Uribe y el resto de los más de diez millones de colombianos que votamos por esta opción. En la perversa y torcida interpretación alevosa de Petro cada vez que emite un concepto, hay toda una intencionalidad de desfigurar la realidad social y política del país que Duque hereda de Santos como toda una herencia envenenada de gravísimos problemas originados en este gobierno, y que desde ya el “señor oscuro” pretende achacarle al nuevo gobierno que aún no comienza. 

Los números de líderes sociales asesinados después de la firma del acuerdo con las Farc es aterradora e indignante, el gobierno Santos es el directamente responsable por haber desguarnecido a la Fuerza Pública en zonas de alta presencia de Bacrim, Eln y disidencias de las Farc, sin un plan eficaz para contener estos generadores de violencia que se sintieron seguros y envalentonados por la escasa acción del Estado para proteger estas zonas rojas. Todas las circunstancias se alinearon para crear un ambiente de violencia y zozobra: el aumento al cuádruple de los cultivos de coca provocó una vorágine de narcotráfico, de dinero a raudales, de armas a discreción en manos de estos ejércitos criminales, de crecimiento desmedido de la minería ilegal, con la consiguiente inseguridad en zonas donde los líderes sociales animan la erradicación de cultivos ilícitos, denuncian el reclutamiento de la población, se oponen al uso de la intimidación de estas bandas de narcos propios y foráneos, piden a gritos la presencia del E
stado que nunca llega, y finalmente caen abatidos por las balas asesinas del negocio del narco.

Obviamente junto con estas organizaciones deben existir algunos líderes políticos de las regiones cooptados por el chantaje económico que deben ser descubiertos y judicializados, pero de ahí a deducir de manera irresponsable y olímpica, que esta masacre tiene motivaciones de persecución política, comparándola con las muertes de la UP en su momento, por parte de los sectores que se aprestan a hacer oposición, es un intento perverso de  tratar de ocultar las verdaderas razones detrás de estos crímenes como juiciosamente lo viene haciendo la Fiscalía y algunos entes policiales, además de, sin pruebas, tender mantos de duda sobre personas y organizaciones contrarias a sus intereses políticos. Muy peligroso resulta el discurso de Petro y sus aliados, generando un clima de oposición basada en noticias falsas, calumnias y señalamientos, en contravía de la intención de la mayoría de los colombianos que deseamos enfrentar este y otros muchos problemas con base en una agenda común y de unidad, para superar los odios y 
la polarización que dejo este proceso de Paz y esta campaña presidencial.

Es responsable y válido permitir que el nuevo gobierno demuestre su talante, su voluntad política y su eficacia al enfrentar esta realidad avasalladora que heredamos de ocho años de desinstitucionalización, mermelada, politización de la Justicia y de las Cortes, pérdida de la seguridad pública en ciudades y áreas rurales, gasto público desbocado, crecimiento económico pobre y desprotección de las fronteras frente a fenómenos nuevos de migración masiva, pauperización de sus pobladores y ausencia total de políticas de Estado para proteger a sus habitantes.

Viernes, 20 de Julio de 2018
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