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Investigación, innovación y política pública
Ojalá el nuevo presidente escuche a la comunidad académica.
Sábado, 5 de Marzo de 2022

El presidente de EE.UU. cuenta con un grupo de consejeros en ciencia, tecnología e innovación conformado por 30 miembros, 20 de los cuales son miembros de número de las academias nacionales de ciencias, ingeniería y medicina, cinco ganadores del premio Genius, dos exministros y dos Premios Nobel. Son expertos en astrofísica, agricultura, bioquímica, ciencias de la computación, ecología y emprendimiento, inmunología y nanotecnología, neurociencia y seguridad nacional, ciencia social y seguridad cibernética.

En nuestro país la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (ACCEFYN), originalmente creada por Francisco de Paula Santander para este mismo propósito, y la Academia Nacional de Medicina, son por ley consultoras del Gobierno. A la de medicina algunas veces se la consulta, pero a la de ciencias, prácticamente nunca.  El Gobierno del presidente Duque cuenta con las recomendaciones de los 43 miembros de la Misión Internacional de Sabios que, como las de la misión anterior de 1993, están todavía por convertirse en política pública y guía para priorización de la escasa inversión.

La Universidad Simón Bolívar y la Fundación Cultural El Cinco a las Cinco se unieron para crear un espacio académico que llamaron: La Sociedad Habla con los Presidenciables; un encuentro para conversar con los candidatos y precandidatos a la Presidencia de la República acerca de temas que nos interesan a todos y que muestran lo que el candidato piensa y plantea en aspectos importantes para la sociedad, sin que sean promesas que posiblemente no se van a cumplir.

La primera reunión fue con Enrique Peñalosa. Dentro de esa vertiginosa agenda de encuentros políticos que le tienen los organizadores locales de sus campañas a los que nos visitan, es difícil encontrar una hora entera para hablar con la Universidad. Para Peñalosa encontramos 30 minutos. 

El tema que se le propuso fue: Hablemos de Urbanismo.  Pedirle a Peñalosa que hable de urbanismo es como abrir una fuente que derrama a borbotones una sucesión de ideas cada una más interesante que las otras, pero que en conjunto presentan una utopía.  Yo podría bautizarla como “la ciudad que pudo ser y no fue y es casi imposible que sea”.  Hermosa por lo sencilla y atractiva; pero va en contra de lo que somos y hemos sido.  Es casi contracultural. 

Los ocho de cada diez ciudadanos que hoy viven en las ciudades necesitan lugares de encuentro, sin distinción de estrato socioeconómico: parques, ciclovías y andenes anchos sin carros. Y una idea revolucionaria: el valor de las propiedades alrededor de las ciudades debería ser controlado para que no se conviertan en lotes de engorde que producen ganancias socialmente no justificadas.

A Sergio Fajardo y a Jorge Enrique Robledo les propusimos que habláramos de educación. Además de todo lo que compartimos en torno a la educación pública, un consenso fue que se debía cambiar la Constitución para que la educación obligatoria y gratuita incluyera hasta el grado once. La necesidad de cambiar el sistema educativo comenzando en el Preescolar e incluyendo la Educación Superior y asegurando su gratuidad y los recursos necesarios, así como el énfasis en innovación basada en ciencia y tecnología. 

Una propuesta de Sergio Fajardo fue la creación de una universidad totalmente digital abierta a todos. La educación privada universitaria es la consecuencia de la falta de cobertura universal de la oferta pública que tiene que ser suplida por el sector privado en nombre del Estado.

A tener en cuenta: en el documento “Normas que dificultan el desarrollo de la investigación científica en Colombia”, que la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia (AvanCiencia) y ACCEFYN publicaron, denuncian que un “impedimento serio para las actividades de investigación y desarrollo [es] la normatividad inadecuada y la consiguiente burocratización de los procesos administrativos.”

Ojalá el nuevo presidente escuche a la comunidad académica y utilice, como el norteamericano, la riqueza de asesoría que le podrían prestar las Academias. Pero tendrá que saber cuáles son sus metas, porque si uno no sabe para dónde va, cualquier asesoría será en vano.

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