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La corrupción pasa por la paz

Los verdaderos amigos de la paz somos los que no alcahueteamos un proceso minado de tanta corrupción.

No me gusta decir que en una columna de mi autoría lo dije en plena campaña para avalar los Acuerdos con las FARC, y lo advertí en su momento, pero en Colombia con nuestra historia reciente (especialmente los últimos ocho años), no se necesita ser futurólogo o adivino para predecir que la noticia que se conoció esta semana era cuestión de tiempo que estallara. El presidente en un intento por atajar lo inatajable un día antes proclamaba la transparencia del manejo incipiente de los recursos del llamado post conflicto, a pesar de la carta de los países donantes de recursos que ya advertían la turbiedad de los hechos.

Solamente un día después el Fiscal general de la nación revelaba el escandaloso tema de la desastrosa administración de los dineros (donados y públicos) en la primera etapa de la JEP y la re inserción guerrillera. En plata blanca, no llevamos nada transcurrido de este post conflicto, y los recursos desaparecen por arte de  magia en manos de los corruptos alcahueteados por este régimen nefasto y desprestigiado que no sabe qué hacer con tanto escándalo de corrupción comprometiendo a sus máximos escuderos.

Ya en redes sociales miles de ciudadanos que apoyaron los acuerdos se muestran asqueados de tanta rapiña y robo descarado, proclaman que resulta repugnante e inadmisible que ahora la implementación de la “política de paz” de Santos se convierta en una vena rota más de las que ya se abrieron durante del régimen para seguir dándole de tragar de nuestros recursos de los impuestos cada vez más costosos, a nombre de la paz, a una caterva de ladrones inescrupulosos y corruptos.

Qué vergüenza que mientras esto ocurre, millones de víctimas de las FARC seguirán sin ser reconocidas, resarcidas y efectivamente reivindicadas en su derecho a tener justicia por parte de sus victimarios.

Este es el tipo de temas que los candidatos a la presidencia, defensores a ultranza del régimen y de los acuerdos, deberían tocar ante la opinión pública y responsabilizarse política y jurídicamente por sus hechos, y abandonar la retórica demagógica de seguir proclamando que son los adalides de la paz. Los ciudadanos nos reiteramos cansados hasta el tuétano de palabras vacuas e inútiles que no responden a este clamor. 

Por lo anterior resulta destemplado y oportunista las declaraciones de Roy Barreras en el sentido que no le gusta el candidato Vargas Lleras, pero que a regañadientes lo apoyaran otra vez y para siempre en nombre del “bien máximo de la Paz”.

Ese mismo partido de la U que él representa no es otro que el partido que más congresistas cuestionados por los sobornos de Odebrecht tiene en la cárcel, además de muchos otros escándalos que se vendrán en el futuro. No sería de extrañar que detrás de las investigaciones que se vienen por la corrupción con los recursos de la implementación salgan a la luz los nombres de algunos amigos del gobierno Santos.

Aún es tiempo de que los colombianos corrijamos el rumbo de esta debacle, está en nuestras manos en la próxima elección presidencial identificar plenamente a los responsables que quieren seguir mamando del Estado a nombre del “bien supremo”.

Se les acabo el teatro, las máscaras caen una a una y develan los rostros de los responsables, no podemos abrigar ninguna duda respecto a que los verdaderos amigos de la paz  somos los que no alcahueteamos  un proceso minado de tanta corrupción. Queremos una paz real que reivindique a las víctimas y lo vamos a lograr otorgándole nuestra confianza al que es.

Sábado, 7 de Abril de 2018
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