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La educación femenina en los inicios de la República

La educación servía para forjar conocimientos específicos en función de alguna acción social, por ello se instruía a las niñas en cómo debían ser, sobre qué debían hablar, cómo comportarse en la mesa, y servir adecuadamente al futuro esposo.

Las niñas, atentas, de buenas maneras y vestidas de blanco, presentaban en el saloncito una muestra de lectura, escritura, catecismos de la moral, gramática, aritmética, geografía, dibujo, costura y flores de mano. Los espectadores se deleitaban al ver la personificación de feminidad moderna en las alumnas, las cuales recitaban fábulas, resolvían problemas de geografía, pintaban cuadros, bordaban y hablaban sobre la doctrina cristiana. ¡Una verdadera demostración de virtudes exquisitas en la casa de educación de José María Triana en la Bogotá de 1829!

Es así como las niñas demostraban, a través de certámenes, los conocimientos y formas de comportamiento e higiene adquiridas en clases, pues así se justificaban los beneficios de la apertura de escuelas para niñas en la República. Las áreas de aprendizaje adoptaron un carácter variado, pues se combinaron materias de primeras letras con actividades del hogar. A diferencia del periodo colonial, los establecimientos no serían solo privados, y las niñas no aprenderían desde lo doméstico sino desde institutos protegidos por el Estado.

A comienzos del Siglo XIX este fue un programa asumido por los conventos religiosos. Éstos fueron fundamentales en los planes de educación femenina, no solo en la colonia dando educación a las niñas de familias notables, sino en la República, siendo espacios idóneos para brindar vigilancia moral y católica. En el imaginario de los próceres, podemos vislumbrar que la educación fue en esencia, el acceso a la libertad y la felicidad, pues por medio de ésta la mujer podía obtener la ciudadanía y ser útil. Debido a la falta de fondos y otras consideraciones no pudieron abrirse escuelas femeninas en todo el país, pues a pesar de ser una gran preocupación de los constituyentes, la carencia de recursos hizo que se relegara como elemento secundario, en contraste con la educación masculina o superior. 

La educación servía para forjar conocimientos específicos en función de alguna acción social, por ello se instruía a las niñas en cómo debían ser, sobre qué debían hablar, cómo comportarse en la mesa, y servir adecuadamente al futuro esposo, pues dichos comportamientos se inscribieron dentro del ideal femenino de las sociedades modernas.

Con ocasión del Bicentenario, es menester conocer lo que se esperaba de las mujeres con la educación que empezó a implementarse. La mujer ideal, complaciente, dedicada al hogar y transmisora de valores fue la estampa que acompañó la creación de roles e instituciones en el congreso de Villa del Rosario de 1821: ¿debía ofrecerse educación a las mujeres? en cuyo caso, ¿qué tipo de saberes debía impartírseles? fueron asuntos que reflexionaron los dirigentes. La mujer no podía participar en política o hacer uso de sus bienes. Además, como se mencionó, ni siquiera tenía la posibilidad de educarse en lo que no fuera considerado femenino. 

¿Qué rol debía desempeñar una mujer virtuosa? Debía aprender conocimientos que le permitieran administrar el hogar eficientemente, no envolverse en lecturas de hombres y servir a la Nación por medio de la maternidad. La mujer pasó de ser una figura irracional y enclaustrada religiosamente a ser un actor útil para la constitución de la familia.

En el pensamiento ilustrado, educar a toda la población significaba que todos podían acceder a la libertad; sin embargo, en el caso de la educación pública femenina, la carencia fiscal y resistencia de los padres de familia, obstaculizaron dicha ilustración, según afirmaba el prócer José Manuel Restrepo, en los inicios de la República.

Si bien la independencia significó la transformación e inclusión legal de nuevos actores sociales y la enseñanza de nuevos valores, la mujer sufrió un relegamiento al hogar y al ideal mariano a través de la educación y manuales de comportamiento. 

(*)Estudiante de Historia, Universidad de Antioquia.

Sábado, 14 de Agosto de 2021
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