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¿La hora del populismo en América Latina?
La argamasa sobre la cual se ha construido esa acción política típicamente latinoamericana, tiene dos componentes principales, sectores de los militares latinoamericanos y los curas católicos.
Sábado, 20 de Febrero de 2021

 

En nuestro continente, la ruleta política está favoreciendo las fichas rojas con olor a Socialismo del Siglo XXI, una creación bien latinoamericana. En Argentina, Bolivia, México y ahora Ecuador, se estaría viviendo un regreso a ese período reciente, aunque en una versión más discreta, menos grandiosa en su discurso y pretensiones.

Caso aparte desde siempre ha sido Cuba, sobreviviente de la Guerra Fría de hace 30 años. Son movimientos más de opinión que de partido, galvanizados por figuras (Correa, Morales) cuyo carisma es su fuerza y capacidad de arrastre; pero también son figuras provenientes de organizaciones partidarias al servicio de líderes de fuerte personalidad, Lula y Kirchner - Fernández. Podría suceder que en el próximo año electoral entren en el baile rojo Brasil, Chile y sí, Colombia.

América Latina ha sido a lo largo de su accidentada era republicana, tierra fértil para el populismo, generalmente adobado con fuertes dosis de nacionalismo y envuelto en ropajes tanto de izquierda, como de derecha. La argamasa sobre la cual se ha construido esa acción política típicamente latinoamericana, tiene dos componentes principales, sectores de los militares latinoamericanos y los curas católicos. Los primeros, sí bien han estado comprometidos con muchas circunstancias violentas y represivas en sus países, han sido igualmente actores decididos en procesos de transformaciones profundas, bien de corte capitalista como los brasileños y chilenos con Pinochet, bien de corte nacionalista popular (Perón en Argentina, Velasco Alvarado en Perú, Rodríguez en Ecuador, Torrijos en Panamá, Torres en Bolivia).

Detrás de los líderes civiles de este escenario regional, generalmente están militares, curas y obispos católicos; Se podría decir, que en hechos y movilizaciones populares, ambas instituciones además han sido más eficaces que los comunistas para generar alianzas y acuerdos entre sectores populares y de clase media, antídoto contra el maximalismo revolucionario.

¿Qué significa esta oscilación del péndulo político regional? Que en coyunturas de crisis e incertidumbre de carácter general, las debilidades de nuestras estructuras y capacidad de reacción se ven confrontadas por una realidad que las avasalla y a dinámicas que no controlan. Es la ocasión para que gobiernos caudillistas por lo general con respaldo militar y un marcado sello populista salen al ruedo como sucedió en la crítica década de los treinta y los cuarenta con la Segunda Guerra Mundial, en Brasil, Argentina, Perú, Venezuela. El asesinato de Gaitán hizo que el país no se montara en la ola política dominante.

La realidad latinoamericana está cambiando: crecimiento de la economía y la sociedad urbana y con ellas, de las clases medias; la población cada vez se libera más de ataduras partidistas y religiosas y se sume en el cual pierde muchos de sus entornos de socialización y de tradición, sumiéndose en un individualismo que lo limita como persona. Como ciudadano aislado reclama una atención y acción directa "personalizadas" ante la pérdida de las viejas adscripciones y lealtades en política, haciendo irrelevantes los planteamientos y ofertas partidistas.

Hoy, como nunca antes se sigue a personas más por lo que hacen que por lo que dicen. El reclamo es por líderes cercanos, directos, concretos, que gobiernan desde la calle y no desde los despachos; líderes "como nosotros", de carne y hueso, de verdad, no emperifollados y distantes (e indiferentes).

Para ello la revolución tecnológica en las comunicaciones y la virtualidad que borra diferencias, distancias y fronteras han convertido la relación gobernante - gobernado en una experiencia que se vive directamente, con cercanía, sin protocolo ni pompa. Los gobernantes que empiezan a regresar al escenario regional, muchos "en cuerpo ajeno" de los líderes iniciales lograron lo anterior y por eso los vuelven a votar. Están ganando a su sombra cobijados por el recuerdo de tiempos mejores.

Los colombianos no son ajenos a lo actual. La credibilidad política está en mínimos. No esperan milagros ni revoluciones. El ciudadano de a pie lo que sí espera y reclama que se le tenga en cuenta, que se le hable de frente y en concreto y que alguien de carne y hueso le responda. Un líder carismático, que hable de lo concreto de la vida y sus necesidades; y que lo haga para ya, no para un futuro en el cual ya nadie cree.

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