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La temprana muerte de Fabio Fandiño

Lucía estable y con un dinamismo físico e intelectual en todo momento. 

“La muerte viene, todo será polvo: polvo de Hidalgo, polvo De Bolívar, polvo en la urna, y, rota ya la urna, polvo en la ceguedad del aquilón”. Porfirio Barba-Jacob

Nadie debió tener siquiera el pálpito de la temprana muerte de Fabio Fadiño. Lucía estable y con un dinamismo físico e intelectual en todo momento. Trabajaba con dedicación y le imprimía sus convicciones al cotidiano quehacer de su existencia, sobre todo en el ejercicio del periodismo, que asumió siempre con rigor ético, conocimiento e inteligencia.

Fabio Fandiño fue un periodista con mucha fidelidad a su oficio. No faltó a la puntualidad, a la oportunidad ni a la certeza. Tenía una preparación de integridad, que fue garantía de acierto en lo que hizo. Lo alumbraba también su claridad mental y era consciente de que la función de informar impone el compromiso de estar por encima de presiones, de halagos, de amiguismo, así como de estar blindado contra trampas montadas para distorsionar o pretender asfixiar la verdad.

En la sala de redacción, en esa comunidad de compañeros, Fabio Fandiño, tenía la capacidad de enseñar y orientar y al mismo tiempo, comprender y aprender.  Nunca se desquició con pedanterías. Fue receptivo y  de humana sencillez, sin ceder contra lo que consideraba ineludible hacer para que las tareas emprendidas tuvieran resultados de acierto.

En su querencia al periodismo, Fandiño desarrolló con disciplina el hábito de la dedicación al conocimiento. Leía, investigaba, escudriñaba versiones, valoraba las fuentes de información, reflexionaba sobre la diversidad de situaciones y era tolerante con las opiniones de los demás. No tuvo dogmatismos y se expresaba con talante de librepensador.

Con la muerte de Fabio Fandiño  “queda un espacio vacío” en el periodismo. Están sus enseñanzas, pero ese aporte pudo ser mayor tanto en los medios a los cuales accedía como en la cátedra a la que estaba dedicado en la Universidad de Pamplona.

En La Opinión, que tuvo como una de las estaciones de su ejercicio profesional de periodista, Fandiño fue editor con excelente desempeño. Siempre estuvo a la altura de sus responsabilidades, pensando en cuanto impone informar sobre los hechos de todos los días, de tan distintos asuntos, en todas las latitudes del planeta.

Estudioso de la historia, Fandiño participó en diferentes trabajos para hacer precisión de acontecimientos y protagonistas que dejaron huellas. Es parte de su legado.

Definitivamente, como lo dijo poéticamente Jorge Manrique en el siglo XV, “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a  la mar que es el morir”.

Puntada

El secuestro sigue siendo un mal lacerante y configura al mismo tiempo cobardía y abyección. Entre las últimas víctimas de ese delito está  Ramón José Cabrales Camacho en Norte Santander, afortunadamente ya liberado. Tanto padecimiento, que es ultraje a la vida, debe redoblar la construcción de una paz en Colombia que erradique para siempre todas las formas de criminalidad.

Sábado, 26 de Marzo de 2016
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