El fenómeno de la migración venezolana, a pesar de que suele entenderse o analizarse como uno solo, tiene diversas manifestaciones. No todos los migrantes se enfrentan a las mismas circunstancias de rechazo o desprecio. Imagínese un venezolano empresario que llegó a invertir en la ciudad, pero que en la fila de un banco lo miran extraño por su acento; a una mujer migrante que, teniendo sus condiciones de existencia resueltas, no es atendida por una Institución Prestadora de Salud; o, un trabajador, muy diestro en su arte u oficio, pero que es contratado con un salario menor al legalmente permitido.
Justamente, el desprecio es una categoría de análisis que estudia la reacción negativa de un grupo social contra un individuo u otro grupo de personas. Dicho de otra forma, el reconocimiento social se mide de acuerdo con el trato recibido de los demás. Axel Honneth un autor que trata estos temas, señala que el reconocimiento se da en tres esferas: el afecto, la igualdad jurídica y el mérito económico. De acuerdo con lo anterior, si se analiza el fenómeno de la migración desde la teoría del reconocimiento se pueden extraer las siguientes reflexiones:
Primero: en la esfera del afecto, se reconoce al individuo si este es respetado, contrario sensu, es despreciado si sufre violencia física, verbal o psicológica. Dentro de esta esfera se ve como la sociedad colombiana, desprecia a los migrantes venezolanos con la violencia en el trato a través de acciones que van desde comentarios despectivos, tanto en la opinión pública (conversaciones habituales entre ciudadanos, publicaciones en redes sociales, medios de comunicación etc.), hasta agresiones físicas como las denunciadas por trabajadoras sexuales y habitantes de calle.
Segundo: la esfera de la igualdad jurídica se reconoce cuando la persona es tratada como sujeto de derecho. Se desprecia cuando no se le garantizan sus derechos en cuanto persona -independiente de su nacionalidad-. Entre algunos derechos, se encuentran: la salud. Si bien se ha garantizado el servicio de urgencia, los hospitales han restringido la atención por las deudas que actualmente afectan la financiación. Así mismo, el derecho a la educación se ha visto restringido por las instituciones de educación, en cuanto se les ha exigido la presentación de documentos apostillados en los procesos de admisión. Por otra parte, la libre locomoción se ha visto afectada por la prohibición del transporte público a venezolanos que no tengan pasaporte al día, esto ha provocado la situación de los conocidos caminantes. En otra vulneración del mismo derecho se observan las “devoluciones voluntarias” que consistían, sin necesidad de existir trámite de deportación, en la conducción de los migrantes en situación de irregularidad hacia uno de los puentes fronterizos para que ellos mismos cruzaran la frontera hacia su país de origen. Lo que representaba una privación injusta de la libertad mientras duraba la conducción.
Por último, en la esfera del mérito económico, se reconoce la remuneración por su talento o fuerza de trabajo. Se desprecia cuando dicha remuneración es menor a lo proporcionalmente trabajado. Esto se traduce en el fenómeno de la explotación a personas que logran acceder a un empleo, así sea en condición de informalidad, y solo le es reconocida una contraprestación salarial menor a la legalmente permitida; generando además desplazamiento de mano de obra nacional y desprecio dentro de la esfera del afecto por parte de la población colombiana hacía los venezolanos migrantes trabajadores.
En suma, abordar la discriminación multidimensionalmente evita reducciones simplistas del fenómeno de la migración. Además, ayuda adquirir conciencia y preguntarse: ¿el problema radica en los migrantes en sí o en el trato que reciben de los nacionales?
