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Las orejas del lobo

Cuando está en perspectiva la paz de la nación, no se puede jugar tan alegremente como si se tratara de una piñata.

En los 59 días de administración del alcalde de Cúcuta, César Omar Rojas Ayala, su gestión para el manejo de este municipio no pinta bien. La diatriba cotidiana contra su antecesor Donamaris Ramírez Lobo, parece más una cortina de humo que un ejercicio crítico veraz  respecto a ese mandato.

Pero más inquietantes son actos de gobierno ya consumados, los cuales muestran las orejas del lobo que está detrás del poder local.

A pesar de que la Diócesis de Cúcuta es la cabeza del contrato para el suministro de alimentos a los estudiantes de los establecimientos escolares de la jurisdicción de Cúcuta, ya se prendieron las alarmas por los posibles sobrecostos del mismo, lo cual no sería extraño si se escudriña la relación que puede existir entre el propio Alcalde y la Fundación Paz y Futuro que hace parte de la unión temporal creada con la finalidad de esa operación.

Otra señal que pone al descubierto las orejas del lobo es el nombramiento y posesión de la señora Omaira González como titular de la Secretaría del Posconflicto, un cargo para el cual debió abrirse un concurso de méritos que garantizara la vinculación de un profesional idóneo a tal función, articulada a un proceso de tanta importancia como es el de la paz.

Pero esa nueva tajada de la burocracia municipal fue entregada como un trofeo de agradecimiento al padrino político del gobernante.

Contrario a sus objetivos fundamentales se asumió como un negocio con el cálculo de reparto de las utilidades previstas.

En la forma como están dándose los hechos, todo apunta a que Cúcuta no superará los índices negativos que se han acumulado. Porque la utilización de los recursos públicos mediante sospechosas artimañas y con abuso del poder como ya se hizo en un pasado de  graves resquebrajamientos legales y éticos, no deja sino  resultados de ese mismo orden.

Si se estuviera pensando con rigor en lo que se debe hacer en Cúcuta para sacarla de la pobreza, del aislamiento y de las demás debilidades que limitan sus posibilidades, se gobernaría con sujeción al interés público y no en beneficio de quienes se adueñaron de la Administración. Se gobernaría con servidores capaces de comprender y encontrarle salida a los problemas y no con obsecuentes aliados.

Cuando está en perspectiva la paz de la nación, que exige responsabilidades muy puntuales de sus gobernantes en todos los niveles, no se puede jugar tan alegremente como si se tratara de una piñata para párvulos traviesos. No se puede decidir bajo la presión de mezquindades que equivalen a privilegios rapaces.

Es lamentable que una ciudad llamada a entrar en la corriente de los nuevos desarrollos, en lo económico, lo político, lo social y lo cultural, sea puesta en un rumbo equivocado por voluntad de quienes tienen su manejo. ¡Qué frustración!

Puntada

La obsesiva postura de oposición del senador  Álvaro Uribe y de sus compañeros de partido no es una expresión democrática, sino la práctica de un revanchismo rencoroso, que nada bueno le aporta a los colombianos. Es un extremismo de corte oscurantista que incita al linchamiento de quienes no se sometan a ese dogma.

Sábado, 27 de Febrero de 2016
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