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Lecciones naturales

El secreto consiste en cultivar los sentimientos e ir regenerando los tejidos.

Los ejemplos serenos de la naturaleza no necesitan evidencias, fluyen espontáneos y nutren de paz: el caracol, recogiéndose en torno a sí mismo, con las emociones envueltas en la espiral de su baba blanca, impregnándolas de lentitud; la tortuga, escondiéndolas en un caparazón, donde las provee de madurez; la sabia araña, que borda un silencio antiguo y tupe la fragilidad de la nostalgia con hilos de sueños; el carpintero, que picotea las ilusiones con una constancia circular de tic-tac.

Y el tiempo, longevo y maestro, con sus encantos agregados, como la soledad - tan incomprendida como exquisita-, pero buena y azul, con su misión de sugerir nuevos pensamientos y arrullarnos con recuerdos bonitos. 

Silencio, lentitud, tiempo y soledad, conforman esa predicción de bondad y armonía, la ruta al recinto sagrado de la intimidad, a las dimensiones nobles que enmarcan el equilibrio de la consciencia.

El secreto consiste en cultivar los sentimientos e ir regenerando los tejidos -así como las abuelas de antes-, entonando una canción e intercambiando colores en un fondo de arco iris que nutra el alma de inspiración. 

Uno debe crear su propio paisaje -natural-, proponer su mejor rutina de reflexión en una textura espiritual pura, apacible, así como la aurora, despertando con una sonrisa o, como el crepúsculo, adormeciendo las nubes.

Esos dones de la naturaleza sólo se dejan adivinar con suspiros, o murmullos de brisa, con la paciencia con que se mira desde una ventana las estrellas que se abren a la eternidad.
 

Lunes, 25 de Octubre de 2021
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