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Los espantos de noviembre

Dicen que en Ocaña escuchan, en noches de noviembre, el paso y el relinchar del caballo de Antón García, que va hacia la iglesia de Santa Rita a pagar una promesa que no cumplió en vida.

Será porque dicen que noviembre es el mes de las ánimas, o porque el 2 de noviembre se celebra el día de los fieles difuntos, o acaso por la cercanía con el día de las Brujas, o quién sabe por qué carajos, pero es en este mes cuando a los espantos les da por salir a asustar a los pendejos.

En Cuaresma también se dice que hay espíritus recorriendo los caminos del mundo: que Judas, el traidor; que Gestas, el mal ladrón; que el judío que no quiso darle agua al Nazareno, camino del Gólgota; que el judío Errante; que Longinos, el que le clavó la lanza en el costado al Señor cuando estaba en la cruz. Todos ellos, y otros más, dizque se encuentran penando, y en Cuaresma salen de noche a recoger sus pasos. 

Pero pasa la Cuaresma y todo vuelve a la tranquilidad hasta que llega noviembre y entonces se alborotan los fantasmas. No es que yo les dé mucha credibilidad a estas leyendas, pero “que las hay, las hay”, decía el difunto cura Astete, en su catecismo de la santa madre Iglesia católica, apostólica y romana, refiriéndose a las brujas, aunque advertía que “no hay que creer en ellas”.

Las brujas son seres vivos, que aprenden a volar en escobas y se saben oraciones al revés y pasan por encima de las casas graznando como chulos o se acomodan en los techos de las casas a hacer ruidos y a reírse a carcajadas  espeluznantes de la gente. Lo malo es que hacen brujerías: Para que el marido termine con la mocita, para que la fulana deje de querer a dos hombres a la vez, para que el tal por cual ese, pague por lo que le hizo a la fulanita a quien le prometió casorio y luego la abandonó… Hacen brujerías y cobran honorarios y de eso viven. Esa es su profesión.

En cambio los fantasmas de noviembre son seres que ya murieron, son espíritus que no tienen descanso eterno, son seres en purga de sus pecados.  “Yo no les tengo miedo a los muertos, sino a los vivos”, escucho por ahí. Pero toparse uno con un esqueleto, en noches de poca luna o a donde el alumbrado público no llega, a cualquiera le para los pelos y le hace temblar las zancas.

Es cuento de choferes lo que le pasó a un camionero, que una tarde recogió a una monja que, en el trayecto Bucaramanga-Pamplona, le habló de una peste y un terremoto que acabarían con la humanidad.

El chofer callaba y sonreía. De pronto, ya avanzada la noche, la reverenda desapareció de su lado. El chofer dejó de sonreír. Era noviembre.

En el viejo cementerio de Las Mercedes, en el camino real hacia Sardinata, en  noches de noviembre se escuchaban rezos y lamentos. En noviembre la gente no pasaba de noche por aquel paraje.

En Pamplona, cerca del Humilladero, hay un mural donde el pintor muestra una procesión de ánimas, que suele salir del cementerio en noches de frío novembrino.

Dicen que en Ocaña escuchan, en noches de noviembre, el paso y el relinchar del caballo de Antón García, que va hacia la iglesia de Santa Rita a pagar una promesa que no cumplió en vida.

La Gritona, la Luz corredora, El Ánima sola, la Diabla y otros seres de ultratumba prefieren las noches de noviembre para volver por sus caminos.   Pero una pregunta me desvela: ¿Por qué los espantos escogen noviembre para sus andanzas, siendo un mes tan especial, en el que nace cierta gente importante?

gusgomar@hotmail.com

Martes, 9 de Noviembre de 2021
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