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Los siete potajes y las siete palabras

El número siete y el significado que tiene para los católicos en Semana Santa.

De todos los días santos, el que más me gusta es el jueves, por los siete potajes, siete platos distintos, sabrosos, que se sirven al almuerzo del Jueves Santo. Como quien dice, se fortalece el estómago para el ayuno del viernes santo. Porque el viernes la cosa se pone peluda: el viacrucis, la abstinencia de carnes y el ayuno  todo el día. Por eso, la gente se acostumbró al almuerzo bien trancado del jueves santo. No sé a quién se le ocurrió tan fabuloso invento, pero la costumbre se ha regado. Y a los restaurantes les va muy bien un día como hoy. Las señoras son felices en  la cocina preparando las siete comidas diferentes. Y a los señores se nos debilita el bolsillo, por tanta carestía, pero estamos en Semana Santa y toca seguir las reglas.

 Yo no sé cuál es la magia del número siete, pero es un número raro y tiene su misterio. ¿Por qué no son cinco potajes o nueve potajes, sino precisamente siete? Mañana, Viernes Santo, nos toparemos con otro siete: Las siete palabras. Es un sermón en el que curas y pastores se desgañitan repitiendo las palabras de Jesús en la Cruz. ¿Por qué Jesús no dijo ocho palabras o cinco, sino precisamente siete? En realidad, son siete frases, llenas de sabiduría y son un gran mensaje. Personalmente me gusta “Tengo sed”, para calmarla con unos vinos o una michelada.

Algo tiene el agua cuando la bendicen, dice el refranero popular. Algo tiene ese vergajito número siete. Son varios los pasajes de la Biblia donde se menciona este número, y varias las enseñanzas del catecismo, alrededor del mismo siete: Los sacramentos son siete. Y siete, los pecados capitales. Las obras de misericordia son catorce, divididas en dos grupos: siete corporales y siete espirituales. ¿Por qué? Podrían haber sido diez y cuatro, o seis y ocho. Pero no. El siete debía estar presente.

Y no es un capricho de los hombres, solamente. Dios en su infinita sabiduría también se inclinó por el número siete. “Dios creó el mundo en siete días”. Siendo Dios, hubiera podido crearlo de una, de un solo soplo, en un segundo, pero lo hizo despacio, calculando todo, cosa por cosa. Y hasta hizo un día para la pereza. ¿Por qué el Creador se gastó la semana entera?  Y desde entonces la semana quedó con siete días. ¿O ya los tenía?

A medida que uno se va metiendo en la cosa  -en el siete-otras preguntas siguen aflorando: ¿Se han fijado ustedes que los colores del arco iris son siete? ¿No los han contado?

Háganlo y se inquietarán conmigo. ¿O acaso saben los músicos por qué las notas del pentagrama son siete?  ¿No creen que hubieran podido ser más, en lugar de meterle sostenidos y bemoles?

Pero el misterio viene de bien atrás. Mucho atrás en la historia. Se nos cuenta de las  siete plagas de Egipto, a las que debió acudir Jehová para que el pueblo hebreo pudiera salir en busca de la tierra prometida. Tampoco es de ahora aquello de las siete maravillas del mundo. En mi modesto parecer, creo que las maravillas son ocho. La mujer es la octava. Sin discusiones.

Yo, de alguna manera he estado vinculado con la magia del siete. Cuando la situa se me pone difícil, me baño con el agua de las siete hierbas. Mi primera novia fue sietemesina. Y siempre me gustó Blanca Nieves, la de los siete enanitos. Y hoy, al almuerzo, espero que la cocinera me complazca con los siete potajes.

gusgomar@hotmail.com

 

Jueves, 14 de Abril de 2022
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