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Ni un día sin una línea

Me refugié por un tiempo en la lectura apasionada de los pensamientos de las grandes mentes intelectuales.

A finales del año pasado tomé la decisión de hacer una pausa necesaria en mi espacio de columnas semanales en el diario La Opinión. Quería dedicar mis pensamientos en otros asuntos mundanos, como hacer empresa, la docencia y el ejercicio de la ciudadanía activa. Fueron meses importantes, en especial, los últimos días de marzo del presente año que trajo consigo la pandemia del Covid-19 y todo lo que ello ha significado para nuestras vidas.

Me refugié por un tiempo en la lectura apasionada de los pensamientos de las grandes mentes intelectuales de la historia filosófica de la humanidad. He intentado reflexionar sobre conceptos políticos, jurídicos, económicos y morales. Esta pandemia ha sido oportunidad de hacer “tabula rasa” como decía algún filósofo inglés, de poner la mente en blanco para lograr un proceso revisionista de la forma como concebimos y entendemos al ser humano y el mundo.

Hace poco leía un libro sobre los postulados básicos del pensamiento de Jean-Paul Sartre y encontré un pasaje que me llamó mucho la atención. Ese pasaje traía a colación una reflexión de Plinio el viejo, un escritor latino del siglo I d.C. que dice: “Nulla dies sine línea”. Un aforismo en latín que significa en castellano: “Ni un día sin una línea”. Línea que puede ser entendida como cualquier labor, quehacer, trabajo, algo que nos apasione, que nos de motivación y constancia en nuestros días. 

Ese fragmento literario fue como una epifanía para reflexionar en este contexto de pandemia existencial más que viral. En esta época de temor y temblor que ha llevado a suspender la vida e incluso nuestros valores morales y sociales vigentes. Una inspiración que creo debemos aprovechar para volver al concepto original y simple de la filosofía: reflexionar, dudar, preguntar, revaluar de manera constante el conocimiento sobre la naturaleza del ser humano y su entorno.

Por ello esta columna es de invitación más que de opinión. Debemos ser capaces de repensar el devenir existencial. No podemos caer en el pasivismo humano como sujetos activos de la existencia. El espíritu universal hegeliano que reclama una razón universal ineludible para todos puede ser contradicho con la afirmación individual de nuestra propia consciencia y lectura de la realidad.

Es el momento de cuestionar conceptos como: ¿Estado y sociedad?, ¿economía de mercado y Estado protector?, ¿Derechos Humanos universales para todos?, ¿ciencia positivista y religión desde la interioridad subjetiva?, ¿Estado autocrático o democrático?, ¿Constitución mundial para un gobierno mundial?, ¿ecologismo y globalización económica?, ¿individuo y comunidad?, ¿excepción y normalidad?

No existen preguntas y respuestas claras a lo que va implicar esta pandemia en el futuro cercano para la humanidad. Algunos ya hablan de una toma de postura entre el modelo de capitalismo salvaje y la extinción de la humanidad como la conocemos. La discusión es mucho más profunda.

Los modelos económicos no son infalibles. Las bases políticas y jurídicas dependen en gran parte de aquellos. Si creemos que las sociedades pueden mutar y cambiar para lograr propósitos sociales loables como desconcentrar la riqueza; como reconfigurar los valores morales universales como la solidaridad y dignidad humana; como lograr una justicia como equidad para protegernos de pandemias de diversa índole como la actual; debemos reflexionar a modo de cuarentena con nuestros propios fantasmas y prejuicios, con nuestra propia humanidad.

El punto es que el mayor baluarte del ser humano y que esta pandemia ha vuelto a evidenciar es la capacidad de reflexión, de repensarse, de re-filosofar sus verdades intelectuales y materiales. Hay que aprovechar este momento de interioridad subjetiva.

bachirmirep@hotmail.com

Miércoles, 22 de Abril de 2020
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