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Oportunomasoquismo
Basilio Villamizar, que, en su larga vida de político vivaracho, le sacó todos los puestos que pudo al Partido Liberal.
Viernes, 2 de Febrero de 2018

De todos los defectos que puede tener un político colombiano, el oportunismo es el más abyecto. Y aunque Dante no les reservó a esos políticos ningún lugar en la Divina Comedia, yo los mandaría a todos al octavo círculo del infierno dantesco donde están los tramposos, los hipócritas, los simuladores. Gente que da la puñalada por la espalda porque son trepadores. Pienso en Basilio Villamizar, que, en su larga vida de político vivaracho, le sacó todos los puestos que pudo al Partido Liberal y hoy luce tan campante en las filas del uribismo. Fue concejal, gobernador encargado, secretario de gobierno departamental, director del Instituto Nacional de Transporte, contralor municipal y representante a la cámara por tres periodos. El partido Liberal le dio notoriedad, protagonismo y pensión. Ahora se pasa al uribismo y se queda tan ancho.

No es el único, por supuesto, el mismo Álvaro Uribe nació en el partido liberal mamando de los pechos del “poder popular” de Ernesto Samper. Y así la mayoría: se pasan de un partido a otro en una especie travestismo político, de transformismo burocrático, de oportunismo lambón. Las más sólidas convicciones liberales que pudo haber tenido Basilio Villamizar se transforman de la noche a la mañana en una forma de negación de su propia prédica. Pocas veces un ser humano asiste al derrumbe estrepitoso de su propio andamiaje discursivo y moral, como Basilio.

De una defensa de los derechos humanos (que predica el partido liberal) Basilio pasa a un movimiento que justamente se ha caracterizado por no respetar los derechos fundamentales: Jorge Noguera (el “impoluto” de Uribe) y antiguo director del Das, está preso y condenado por el asesinato del profesor Alfredo Correa de Andreis. Todo un patio de La Picota está compuesto por uribistas corruptos, asesinos, delincuentes.

Basilio se pasa al partido político con el que tiene mayor afinidad espiritual. El partido que apoyó la guerra de Irak, que admira a Fujimori, que besa los pies de Donald Trump, que piensa que la masacre de las bananeras nunca existió y que tiene entre sus miembros al mayor número de políticos violentos: desde el concejal Jesús Alfonso López que le propinó una golpiza a un anciano en Ocaña en el 2016, hasta el diputado Leonardo Cuéllar Sus que casi mata a su mujer a golpes, mientras le gritaba, uribísticamente: “puta, puta, puta”, pasando por  Gustavo Rugeles que no solo destrozó el rostro de su novia sino que la mantuvo encerrada para evitar que huyera.

El mismo Basilio no hace mucho se fue de golpes en la Convención del Centro Democrático con uno de los organizadores del evento. Y su jefe, el propio Uribe, le gritaba por teléfono a su interlocutor: “si lo veo, le doy en la cara, marica”.

Y, en medio de todo esto, ¿qué hace una mujer como Milla Romero en un partido político de machos que golpean mujeres? Solo se me ocurren dos respuestas: por convicción o porque le gusta que le peguen. 

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