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¿Quiénes pueden ser?

Si miramos retrospectivamente, advertiremos la misma constante con los magnicidios del siglo XX.

En estado de inquietud y agitación se halla el ambiente político nacional en los días recientes por las declaraciones de la exsenadora Piedad Córdoba en el sentido que ella sabe sacaron del camino el exsenador Álvaro Gómez Hurtado.  
 
Si miramos retrospectivamente, advertiremos la misma constante con los magnicidios del siglo XX - como el de Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán Sarmiento y ahora Álvaro Gómez Hurtado -, en el sentido que sus casos causaron indignación nacional, se iniciaron pomposamente las respectivas indagaciones y deliberadamente se fueron desviando las mismas hasta formar un dialelo o círculo vicioso, donde todos los interesados en que nada avance aportan su granito de arena. Al final, como en la canción de Escalona, “…parece que el inspector como que tuvo miedo, mucho miedo en este caso para proceder, porque todavía no han dicho quién es el (asesino), aunque todo mundo sabe quiénes pueden ser”. 
 
En el caso del general Rafael Uribe Uribe, hoy, después de 106 años de su asesinato, se sabe que los señores Jesús Carvajal y Leovigildo Galarza fueron los ejecutores materiales de lo que otros idearon. Esos otros son los determinadores. ¿Quiénes son esos determinadores? Un distinguido general de la época, don Jorge N. Soto, declaró que “los asesinos brutales fueron Galarza y Carvajal y los responsables morales fueron todos aquellos que se encargaron de formar una atmósfera propicia a la consumación del crimen, por medio de la diatriba y del insulto”. Indudablemente se refería a los directores de periódicos de la época. Está bien, pero, ¿quiénes fueron los determinadores? El mismo día del centenario de la muerte del general Uribe Uribe, el doctor Rodrigo Llano Isaza contestó la pregunta en la Universidad Autónoma Latinoamericana, de Medellín: “La iglesia, el gobierno, la policía, liberales y conservadores se unieron para asesinar a Rafael Uribe Uribe” (El Espectador. 15 oct. 2014). Ahora sí podemos indagar quiénes dirigían todas esas instituciones en la fecha citada. Además, son muy minuciosos los libros El crimen del capitolio, de Sebastián Moreno Arango (1940), y Una historia tenebrosa, de Adelina Covo (2014), cada quien relata desde su óptica o filiación política. 
 
En el caso de Jorge Eliécer Gaitán, hoy, después de 78 años, se siguen esgrimiendo argumentos para despistar, a sabiendas de que ese caso quedará así: sin resolver, “Aunque todo mundo sabe quiénes pueden ser”. El cuento de Gabriel García Márquez en sus memorias Vivir para contarla, en el sentido que “Un hombre alto y muy dueño de sí, con un traje gris impecable como para una boda, las incitaba -a las turbas enardecidas- con gritos bien calculados”, y que luego agregó: “—¡A palacio! —ordenó a gritos el hombre de gris que nunca fue identificado—. ¡A palacio!”, es una fábula para despistar, una historieta fácilmente descifrable, seguramente para proteger a su amigo de La Habana que por esos días estuvo en Bogotá dizque en actividades estudiantiles. 
 
De manera que las investigaciones sobre los magnicidios que sucedieron a los aquí relatados tendrán el mismo destino: nada de nada, aunque todo mundo sabe quiénes pudieron ser realmente.

Martes, 6 de Octubre de 2020
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