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Se hace camino al andar

Cicerón hizo equipo con Virgilio, Eustorgio Colmenares Baptista y Alirio Sánchez y el periódico nació en 1958.

“El asma de mi esposa me trajo a Cúcuta”, me dice cuando le pregunto cómo un chocoano llega a establecerse de por vida, en una ciudad tan lejana como Cúcuta.

El maestro sonríe, se acaricia su luenga barba blanca y me aclara: “Yo era corresponsal en Bogotá del periódico El Mural, que en Cúcuta dirigía María Helena de Crovo, esposa del poeta chileno Andrés Crovo. Por esa época, a mi esposa le aconsejó el médico que buscara un clima caliente para contrarrestar el asma que venía padeciendo. Se dieron las cosas y así resulté en Cúcuta, con trabajo asegurado en el Mural, y asegurando la salud de Ángela”.

Cicerón no lo dice, pero yo lo adivino en su mirada y sus recuerdos: Él no buscó a Cúcuta. Cúcuta con su clima esplendoroso y saludable atrajo a doña Ángela, y doña Ángela arrastró con su marido. Así de sencillo. El Mural duró sólo un año, pero Cicerón y Ángela se amañaron. Cúcuta es amañadora. Por sus gentes. Su cielo. Su vida descomplicada. Y su calor.

Cicerón Flórez Moya nació en Condoto, Chocó, pero desde pequeño empezó a hacer camino: Condoto – Buenaventura – Manizales – Cali - Bogotá – Cúcuta – Ecuador - Cúcuta.

A esta ciudad llegó sólo de 21 años, en un septiembre asoleado y con rezagos de los vientos de agosto. Era el año de 1957. Llegó con mujer a bordo y con su pasión por el periodismo, sus dos grandes amores. Desde entonces se hizo cucuteño. “Yo quiero al Chocó, soy orgullosamente chocoano, pero me hice en Cúcuta y es en esta ciudad donde mi vida ha tenido sentido. Me siento cucuteño”.

Y es aquí donde ha dejado huellas. Cuando El Mural se acabó, ya la suerte para Cicerón estaba echada en esta ciudad de atardeceres hermosos y mujeres bellas. En efecto, Virgilio Barco, un joven que se estaba iniciando en la política, lo llamó por insinuación de Gustavo Vasco (“Por ahí anda un negrito buena gente, que escribe muy sabroso y sabe de periodismo”) para que ayudara en la creación del periódico La Opinión.

Cicerón hizo equipo con Virgilio, Eustorgio Colmenares Baptista y Alirio Sánchez y el periódico nació en 1958. En La Opinión ha sido reportero, Jefe de redacción, Subdirector, Director encargado y ahora, Asesor emérito. Poco a poco, paso a paso, con sencillez pero con hidalguía, con libreta y lápiz (la tecnología no ha sido generosa con Cice –como le dicen sus amigas-), Cicerón ha ido escalando posiciones dentro del periodismo local y nacional (fue Premio nacional de periodismo Simón Bolívar), hasta el punto de que se ganó, sin proponérselo, el calificativo cariñoso de maestro.

Maestros hay muchos, pero el verdadero, el que enseña con la pluma, el que defiende sus ideas de frente pero siempre con altura, el que tiende la mano cariñosa, el que es bailarín consumado y bohemio distinguido, el que fue amigo de grandes personajes como García Márquez y Cote Lamus, ese, el negro cucuteño, de sombrerito coqueto y ancha risa, Cicerón Flórez Moya, ese sí es el maestro de verdad, buen amigo y buen escritor.

Y no se detiene en su camino. A los no sé cuántos años de edad, que no se le notan, sigue tan activo como siempre. Dicta conferencias, asesora a escritores, escribe en La Opinión, se reúne con sus amigos, hace tertulias  y publica libros. Esta noche, precisamente, en la Feria del Libro en Bogotá, presentará su nuevo libro Se hace camino al andar. Todo el paisanaje nortesantandereano se reunirá en Bogotá esta noche para acompañar a Cicerón. Otros, desde lejos, lo acompañaremos de corazón. Y el Maestro sonreirá largamente…

Jueves, 27 de Abril de 2023
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