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Tras la huella de Gabriel Boric

En tan poco tiempo el presidente Boric recibió “un rápido golpe de realidad”.

El nuevo presidente de Chile, quien tomó posesión como de su destino el pasado 11 de marzo, leyó un discurso de poco más de treinta minutos, con lenguaje inclusivo, pero moderado.   

Boric es un hombre joven, lleno de ilusiones y antes de que lo comprometieran en esta aventura política había manifestado que no estaba preparado para el cargo. De pronto esa es la razón de que, en su oración de posesión, desde un balcón del Palacio de La Moneda, frente a la Plaza de la Constitución, prometiera a sus conciudadanos, que lo escuchaban con alborozo, que todas las decisiones gubernamentales las tomaría con la comunidad, como si fuera fácil. 

Dos cosas hay que tener en cuenta. La primera, que una cosa es ser candidato presidencial, donde es válido muchas veces prometer cosas que se saben irrealizables, por ejemplo, ofrecer un tren eléctrico entre Barranquilla y Buenaventura; la segunda, que, como mandatario electo, y en su discurso de posesión, hay que aterrizar y mostrarse como estadista. Esta último fue la falla de Boric en su discurso de posesión, porque leyó un catálogo de buenas intenciones, como decimos en Colombia, que la realidad no tardó en demostrárselo. 

Dos frases de su discurso son suficientes para demostrar el aserto, porque se refirió a las “violaciones a los derechos humanos que nunca más se repetirán en nuestro país” y “Las paredes del Palacio de la Moneda también han sido testigo del horror de un pasado de violencia que no hemos olvidado y no olvidaremos”. No habían transcurrido quince días del gobierno socialista de Gabriel Boric, cuando los estudiantes que votaron por él y lo acompañaron entusiastas en la Plaza de la Constitución el día de su posesión, organizaron una manifestación pacífica que fue ferozmente repelida por la fuerza pública y dejó un joven herido de bala. En tan poco tiempo el presidente Boric recibió “un rápido golpe de realidad” y su índice de desaprobación ascendió a 30 por ciento.  

A estas alturas falta conocer los cambios en la nueva Constitución chilena que redacta la Asamblea Constituyente y que el presidente Boric dijo en su discurso de posesión que apoyará, porque “la de Pinochet fue impuesta a sangre, fuego y fraude”, ignorando olímpicamente que fue una Carta de transición con la que gobernaron placenteramente Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos, dos veces Michelle Bachelet y dos veces Sebastián Piñera - es decir, demócrata cristianos y socialistas -, y con esa Carta y esos gobernantes el país salió adelante, por lo menos, hasta la llegada de Boric, porque hay que esperar. Yo siempre recomiendo a mis amigos el libro “Pinochet, el reconstructor de Chile”, que contiene argumentos que aún no han podido ser rebatidos por sus adversarios. Hay que esperar que Boric sea un socialdemócrata moderno y no sea un socialista cavernícola y con recetas económicas que está demostrado que fracasaron, para que los chilenos no tengan que buscar luego otro “reconstructor”.

 Gabriel Boric es el presidente más joven en Chile, y es para él una tragedia que siendo el líder estudiantil que lideró las protestas de la denominada explosión social, ahora, como jefe de Estado, hubiera tenido que reprimirlas y con herido a bordo. Una frase de Perogrullo: una cosa es ser opositor, y otra, gobernante.   

Martes, 5 de Abril de 2022
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