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Truenos, rayos y centellas

Las tormentas eléctricas son peligrosas y asustadoras.

Tormentas eléctricas anuncian las redes sociales estos días. Y en efecto, los rayos y los truenos comienzan a mitad de la tarde, y la gente corre para llegar a casa “antes de que llueva”, los vendedores de paraguas se alegran porque se les arregló el día,  los viejitos se meten a la cama temprano, temblando de frío, y las señoras corren a desenchufar la nevera y el televisor y el equipo de sonido. Y apagan el celular. “A mi compadre Rogelio un rayo le quemó la radiola”, dice una viejita del tercer piso del edificio donde vivo. Lo grita, para que todos en el condominio la oigamos, y tomemos precauciones.

Muchas veces, sin embargo, la amenaza de fuertes aguaceros se va en pura bulla. Nada que llueve. O apenas una lloviznita que lo que hace es “alborotar el calor”, dice mi mujer. En eso los arrieros son muy gráficos. Con el perdón de ustedes, repito lo que ellos dicen: “Eso se va en puro sudor y peos”. Y así sucede con alguna frecuencia. Igualito a mucha gente que hace alarde de sabelotodo y en el fondo, ni fu, ni fa. Pero hacen alharaca, y uno va a ver, y, como los magos de barrio: nada por aquí y nada por allá. (Magieros, decía mi hijo menor, cuando estaba empezando a hablar).

Sin embargo, hay que tenerles miedo a los rayos, aunque no llueva. Hace poco en Ábrego, una hermosa población nortesantandereana, donde abundan las tempestades eléctricas, cayó un rayo en un potrero donde unos muchachos jugaban fútbol. Hubo muchos asustados, algunos quemados y hasta un muerto.  En Ábrego veneran a santa Bárbara, la patrona contra las tempestades y tormentas. Recuerdo, de niño, a mi abuela y su “Santa Bárbara bendita”, cada vez que un rayo iluminaba el cielo, o un trueno hacía temblar los horcones de la casa.  

Dicen que los árboles atraen rayos, por lo que aconsejan no guarecerse debajo de ellos cuando está cayendo un aguacero. Que es preferible mojarse, que caer achicharrado por una chispa eléctrica. Y hablando de chispas, hay personas a quienes no les sacan la piedra sino que les sacan la chispa. No sé cuál es la diferencia, pero ambos se ponen bravos.

Las tormentas eléctricas son peligrosas y asustadoras. Sin embargo hay quienes forman una tormenta en un vaso de agua, según lo dice el refrán. Y en eso son expertas las suegras y las amas de hogar. Uno prefiere esconderse antes de que el vaso estalle. Las sicólogas y los consejeros matrimoniales aconsejan usar el pararrayos, para evitar choques frontales entre marido y mujer. Aconsejan al marido que, si le cogió la madrugada para llegar a casa, es mejor que  se aparezca con un pollo asado o una hamburguesa de tres pisos: Santo remedio. La esposa se levanta cariñosa, en bata transparente y atiende al marido como debe ser. El pararrayos fue obra del científico  Benjamín Fanklin, quien jamás imaginó que su invento iba a calmar la chispa y los rayos y centellas de las mujeres casadas:  La ciencia al servicio del amor y la convivencia.

La gente, por lo general, les teme a los truenos casi más que a los rayos. Cuando ven el relámpago se tapan las orejas y se cubren la cabeza y se hacen la cruz y se alistan para el bombazo. Como si no supieran que después del ojo afuera, ya pa´qué santa Lucía. En cambio tuve un perrito, bravo el condenillo, que les ladraba a los rayos y a los truenos. Parecía de los cucuteños de antes, ¡por la verraquera!
   
gusgomar@hotmail.com

Martes, 26 de Octubre de 2021
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