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Una sombra en el tiempo

El mundo ha pasado como un soplo, o una sombra.

Las transformaciones que antes ocurrían en grupos de centurias (eras), ahora sucedieron en menos de un siglo. El mundo ha pasado como un soplo, o una sombra, sin vocación, ni anclajes, vulnerando los antiguos derechos naturales de acariciar con los sueños la ruta del destino.

Quienes venimos del siglo pasado parecemos híbridos del tiempo –al menos yo-, porque se omitieron los relevos normales en los cambios, en las relaciones humanas, sin una consciencia exacta para asimilarlos.

Desde aprender a leer y a contar con el ábaco y las maestras, pasamos abruptamente a los fenómenos para-tecnológicos, sin la transición apropiada para humanizar la evolución y, especialmente, aprender a compartirla.  

El mundo se quedó sin semillas de solidaridad y ya no hubo sonrisas que las dispersaran por el viento, ni goces espirituales, porque adquirió nuevas facetas, únicamente dedicadas a la búsqueda del éxito falso, sin darse cuenta de que la decisión importante de la vida es dignificarla.

El impacto de ese torrente golpeó al amor en el núcleo de su belleza, y, desde luego, descimbró los soportes emocionales de la nobleza y entregó mansamente su primogenitura a un huidizo sopor sentimental. 

Es imprescindible volver al compromiso de valorar la vida como un conjunto de espacios y tiempos dedicados a reconstruir -y madurar- el ejercicio de aprender a pensar: es volver redonda la huella, e ir y venir, para juntar los pedacitos que se soltaron de la lógica y la sensatez.

Domingo, 13 de Septiembre de 2020
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