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Y si él nos hizo grandes…

Desde entonces los colombianos tenemos vocación de abogados, leguleyos, manzanillos y tinterillos.

La Academia de Historia de Norte de Santander rendirá mañana, 6 de mayo, homenaje a Francisco de Paula Santander, al cumplirse 176 años de su muerte en Santafé de Bogotá. La sesión solemne se efectuará en la Casa natal del general Santander, a las 4:00 de la tarde, y están todos, cordialmente invitados.

Santander no solo fue el toche más grande de todos los toches (hablo de los cucuteños), sino el colombiano más importante de todos los tiempos, desde la independencia hasta la república.

Aún hoy puede decirse que nuestra cosa pública (res publicae) es fuerte, por los grandes pilares de los que la dotó el ilustre paisano nuestro.

Pero todo el mundo hasta los héroes tienen su ocaso, y eso le pasó a Francisco de Paula. Su gobierno, como presidente del país, fue de los más progresistas,  puso orden en la casa y le dio énfasis a la educación: fundó escuelas, colegios, universidades, museos y bibliotecas por todo el país.

El presidente sabía que era necesario invertir en obras de infraestructura: caminos, puentes, acueductos, parcheos, pavimentaciones. Se fomentaron la industria y las exportaciones.

Santander se propuso demostrar por qué lo llamaban el Hombre de las Leyes: Vivía entusiasmado con leyes, decretos, resoluciones, artículos, incisos, códigos y procedimientos.

Desde entonces los colombianos tenemos vocación de abogados, leguleyos, manzanillos y tinterillos. Lo que llaman un Estado de Derecho.

Pero no es fácil tener contento a todo el mundo. Sus enemigos no  lo dejaban ni dormir. La iglesia y los sectores más retrógrados le amargaron la vida. Su romance, secreto pero público, con Nicolasa Ibáñez fue catalogado como escandaloso.

Y para colmo de males, era celoso. Una noche iba a lanzar por el balcón a José Ignacio de Márquez, un político opositor, porque le estaba arrastrando el ala a su Ibáñez. Y la acabó de embarrar cuando sus seguidores dieron muerte al general José Sardá y a otros de quienes se decía que estaban conspirando contra Santander. Y el hígado le comenzó a pasar cuenta de cobro.

Santander, sintiendo que los años le pesaban (tenía cuarenta y pico de años encima) y que  los achaques le llegaban, no quiso esperar la muerte en soledad, y se casó con Sixta Tulia Pontón. Sus enemigos decían que ya se había quedado solterón, y que por eso vivía amargado.

En 1837 hubo elecciones presidenciales. Santander, desgastado y con mala imagen, apoyó a José María Obando, quien fue derrotado por José Ignacio de Márquez.

De modo que Santander quedó sin el queso y sin el pan y se declaró en oposición al gobierno, para lo cual fundó un periódico, ‘Bandera Nacional’.

Los ataques contra Francisco de Paula continuaron. En el Congreso lo llamaron asesino, y Santander, se defendió con una de las piezas más brillantes de la oratoria política colombiana.

Pero el daño estaba hecho. Enfermo moralmente, y con el hígado echándole más vaina  cada día, el cucuteño no resistió más. A duras penas llegó hasta el 6 de mayo de 1840.

Así pues, mañana recordaremos al Organizador de la victoria, al Hombre de las Leyes, al Fundador civil de la república y al más insigne cucuteño, orgullo de toda Colombia.

Miércoles, 4 de Mayo de 2016
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