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“Cúcuta es la ciudad del desplazamiento”: obispo Víctor Ochoa

“Me ha impresionado la gran cantidad de problemas de salud, la urgencia con la cual vienen los emigrantes venezolanos a buscar medicinas, intervenciones quirúrgicas, a buscar atención en enfermedades muy complejas”, según el obispo Víctor Ochoa.

La Opinión habló con Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid quien en pocos días dejará su labor pastoral como Obispo de la Diócesis de Cúcuta para ocupar una nueva tarea evangelizadora en el Obispado Castrense de Colombia.

Monseñor se refirió a varios temas que ocuparon su agenda durante el tiempo que ha estado en la frontera, que lo marcaron como religioso y como persona, con situaciones tan álgidas como la migración venezolana, la violencia que no cesa y la pandemia del coronavirus.

¿Cuál es el balance que deja tras sus cinco años y tres meses de trabajo pastoral en Cúcuta y cuáles son los retos en su nueva misión como obispo castrense?

Estos años de servicio pastoral en la Diócesis de Cúcuta han sido para mí una bellísima experiencia de fe, fundamentalmente soy un obispo de la Iglesia Católica que realiza una tarea evangelizadora y de anuncio de Jesucristo.   Esta tarea me ha enriquecido muchísimo por el contacto con los fieles de esta zona de Colombia, personas con grandes valores, capacidades, potencialidades, ello en todas las clases sociales y espacios diversos de trabajo pastoral.  Un balance positivo, con grandes cosas aprendidas y también con una tarea que ha sido muy empeñativa.  

El santo padre Francisco me ha querido poner un gran reto, al nombrarme obispo castrense de Colombia, para la atención espiritual de las Fuerzas militares y la Policía.  Hombres y mujeres que necesitan también crecer espiritualmente, fortalecer su fe.   Una presencia fundamental por todo el país, ello comportará un gran esfuerzo para acompañarlos y animarlos en su vida de fe.   

¿Cuáles fueron sus principales logros en lo espiritual y el trabajo social en diferentes ámbitos que atiende la Diócesis de Cúcuta?

Estos años han sido de intenso trabajo, en la evangelización, para “poner a Jesucristo en el corazón y en la vida de los hijos de la Diócesis”, como reza nuestro plan pastoral.  Han sido momentos de mucha alegría al encontrar las distintas comunidades y parroquias, en las visitas pastorales, en las confirmaciones, en la realización del Sínodo Diocesano.  Experimenté la gran riqueza de esta comunidad de fe, los grandes valores de los fieles cucuteños.  No me he cansado de decir como esta es una “Iglesia viva”.   Manifestaciones multitudinarias de fe, como la Marcha del Perdón, como los lucernarios en el Parque Santander y en la Basílica de San Luis.   

La Diócesis de Cúcuta ha crecido en caridad, en servicio, en atención a los pobres en tantos lugares de la ciudad metropolitana de Cúcuta, con sus municipios, donde se ha ayudado a tantas necesidades y pobrezas, con las obras sociales de la Diócesis al servicio de los pobres: la Corporación COSPAS, el Banco de Alimentos, la Fundación Andressen.

¿Qué queda por hacer, cuáles serían las tareas pendientes para quien venga a ocupar el cargo que usted desarrollará hasta la primera semana de febrero?

Seguramente el Obispo que el papa Francisco nombre, tendrá tanto trabajo y podrá hacerlo mejor que yo.   La ciudad ha crecido muchísimo en estos cinco últimos años.  Es la ciudad del desplazamiento, de los colombianos retornados, de los que buscan completar sus necesidades en Cúcuta, llegando de Venezuela.  

Hay retos enormes en la evangelización, particularmente con las novedades que ha traído esta gran emergencia de la COVID-19.   Unos retos inaplazables y urgentes, sobre todo de escucha y acompañamiento de las personas en sus pruebas y necesidades. 

¿En la crisis migratoria que se vive desde 2015 qué es lo que más le ha impactado?

Dos días después de mi llegada a Cúcuta, comenzó la deportación de los colombianos desde Venezuela.  Luego comenzó un flujo constante de hermanos de la República de Venezuela.    Me ha impresionado la gran cantidad de problemas de salud, la urgencia con la cual vienen los migrantes a buscar medicinas, intervenciones quirúrgicas, a buscar atención en enfermedades muy complejas.

Son inmensas las necesidades de los niños y la desnutrición de muchos de ellos.  La Fundación Asilo Andressen ha renacido en este frente de trabajo, en la atención de más de 250 niños con grandes problemas de alimentación y de crecimiento.

Me ha impresionado la dignidad de la pobreza y necesidades de los hermanos venezolanos que buscan su trabajo con el sustento digno, dispuestos a trabajar y a buscar honestamente el pan, con mucha creatividad.  Es un rio de personas, el que recorre nuestras carreteras, buscando horizontes. 

¿La Iglesia Católica ha cumplido un papel fundamental en la ayuda alimentaria para las familias pobres de Venezuela, quedó algo por cumplir con esta misión, qué mensaje le envía a la comunidad internacional? 

Se ha hecho una gran tarea, destaco la ayuda de los voluntarios, hombres y mujeres, de las religiosas, de los movimientos apostólicos, de las parroquias, de los sacerdotes, de las distintas comunidades e instituciones que han puesto su tiempo, su vida al servicio de los necesitados de Venezuela y de los Colombianos retornados.  Se entregaron más de tres millones y medio de raciones calientes (Desayunos y almuerzos).  Tantas toneladas de medicamentos y elementos de aseo.  Se ha cumplido una tarea caritativa, pero apenas es el inicio de una respuesta que tiene que ser integral, debe buscarse un camino en el cual este pueblo retorne a sus potencialidades y oportunidades.   

¿A usted le correspondió pastorear en una frontera bien difícil, con presencia de grupos armados ilegales, bandas criminales, se vio afectada su misión en algún momento por esto?

Es una zona compleja, con grandes retos sociales, con una historia difícil en este campo, siempre con los sacerdotes buscamos ser artífices y artesanos de paz, ayudando a evitar derramamiento de sangre, a buscar el respeto de la dignidad de la persona humana.  Con la ayuda de mis hermanos obispos, en la región buscamos siempre consolidar la paz y la reconciliación.  Lugar especial tuvo la atención de las víctimas y de los desplazados.

¿La pandemia del coronavirus cómo afectó a la Iglesia, a los feligreses, a los sacerdotes y a usted como ser humano?

Este tiempo nos “encerró” a todos, al clero especialmente, nos cambió las formas, los modos de interacción con las personas, pero nos abrió nuevas ventanas, nuevos espacios, nos mostró la capacidad de tantos sacerdotes y su creatividad para servir a los fieles.   Nos mostró también tanto sufrimiento en las zonas periféricas de la ciudad, tuvimos muchas lecciones aprendidas en la caridad y el servicio.

Nos hizo vivir la prueba del dolor, de la muerte, de sacerdotes, fieles cercanos a las parroquias, que nos hizo a todos derramar lágrimas, pero también ser sembradores de esperanza en la fe.

¿Quién es Víctor Ochoa como ser humano, más allá de su investidura religiosa, cuál ha sido su mayor realización?

Soy un hijo de una familia católica, mis padres hombres de fe, de valores y trabajo.  Soy una persona a la que le agrada la ciencia, el estudio.  Soy hombre de libros, no tantos como desearía leer y estudiar, cultivo intereses botánicos -las orquídeas-, los árboles  y las plantas.  Me alegra mucho cuando puedo ayudar a las personas, con pequeñas cosas, pero que son necesarias para su vida. Uno de mis grandes recuerdos, está en la gran vivencia de la caridad que hemos logrado en estos años en la Diócesis.

¿El nombramiento como obispo de las Fuerzas Armadas lo hace el papa Francisco por su perfil de hombre recio o para enviar un mensaje de reconciliación cuando en el país hace tránsito un proceso de paz firmado con las Farc, al tiempo que hay otros grupos armados que siguen empeñados en la guerra?

A veces puedo dar el perfil de ser un hombre recio, pero soy bondadoso y no creo conflictos con las personas.  Creo que esta es una llamada que el papa Francisco me hace para ser artífice de la reconciliación y sembrador de paz, para acompañar la vida espiritual de tantos miembros de las Fuerzas Armadas, sus oficiales, suboficiales, personal en uniforme en las distintas fuerzas y policía.  El Papa en su momento nos invitó a dar el primer paso para la paz, mi servicio, como lo quiere el Papa es precisamente eso, dar muchos pasos hacia la paz.

La corrupción es uno de los grandes males del país, cuál es  su opinión frente a esta pandemia que tanto afecta a la sociedad en general. ¿Considera que justamente la corrupción ha sido uno de los flagelos que tiene retrasado el desarrollo en esta frontera?

Esta región, nuestra región, porque me siento ya integrado a Norte de Santander y al nororiente del país, donde he trabajado más de diez años, vive la realidad de la nación entera.  Una región con grandes potencialidades, con grandes valores, con una riqueza humana inigualable, pero también con fenómenos de ilegalidad que pesan sobre la vida de los ciudadanos.  

Hay un gran reto, la educación en valores, el acompañamiento de la gran cantidad de jóvenes, niños, niñas, adolescentes para que se formen en valores de rectitud y de profunda solidez espiritual.  Hemos demostrado como Iglesia que se puede servir generosamente, con buenos resultados a los pobres y necesitados.

Tengo que agradecer, para terminar, a La Opinión,  a sus directivos y a su personal, a sus periodistas -hombres y mujeres- por la amistad y el cariño, por la atención con la cual han seguido mi servicio en esta Iglesia particular de Cúcuta.

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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Jueves, 14 de Enero de 2021
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