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Medina, el ‘sobandero’ que aún resiste en su oficio
Durante cuatro décadas, José Antonio, hijo de un reconocido personaje de Cúcuta, ha ejercido el arte que aprendió de manera empírica.
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Ronaldo Medina
Ronaldo Medina
Jueves, 26 de Agosto de 2021

Con el tiempo, han sido varios los oficios de épocas pasadas que en la actualidad han tendido a desaparecer, pero José Antonio Medina Molina, un hombre de 65 años, aún se resiste a dejar atrás las enseñanzas empíricas de su padre, Gabino Medina, quien a finales de la época de los 60 obtuvo el título de ‘el mejor sobandero de Cúcuta’.

También conocido como kinesiología, “este arte fue heredado por mi papá y mis tíos, un don natural de la familia para sanar a las personas que lo requieran. Lo que ellos sabían, a mi hermano y a mí nos lo enseñaron para ponerlo en práctica”, relató Medina.

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El trabajo que ha desempeñado durante más de 40 años junto con su hermano, Sergio Medina, los ha llevado a hacerse un nombre en la ciudad y en el departamento. Relata Antonio que son muchas las personas que día a día visitan su pequeño consultorio en el barrio El Llano (donde vivieron gran parte de su vida) para ser tratadas ‘por sus manos milagrosas’.

Desde Ocaña, Pamplona, Bochalema, Chinácota, corren el voz a voz de los hermanos Medina. Incluso, en ocasiones, cuando las torceduras son más graves, sus mismos clientes les envían transporte.

Manos sanadoras

“Vienen a buscarnos por lesiones en los tobillos, los hombros, la columna,  entre otras dolencias de las que hemos ayudado a recuperar a las personas con nuestras terapias, incluso, mejor que algunos médicos profesionales”, agregó.

Según Medina, los comentarios más frecuentes que reciben él y su hermano por parte de sus clientes son de asombro, pues luego de intentos fallidos de terapia en consultorios especializados, es que son sanados de sus dolencias.

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Uno de los clientes que Antonio Medina más recuerda fue el caso de una odontóloga que pagó en un consultorio especializado cerca de diez terapias a $100.000 cada una; cuando iba en la quinta, notó que su molestia articular seguía igual.

“Con dos terapias que le hice, la alenté, y aún recuerdo que me decía con felicidad: ‘usted es un profesional, señor Antonio’, sabe mucho más que un médico; así ha pasado con otras personas”, relató.

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Un aprendizaje empírico

Medina tenía 25 años cuando empezó a poner en práctica lo que veía hacer a su padre y, al notar que las ganancias que dejaba el oficio eran buenas, se esmeró en aprender cada día más y mejorar poco a poco.

Ahora, considera vastos y variados sus conocimientos, como corregir un hueso, curar el dolor en el nervio ciático o identificar con rapidez la ubicación de los tendones.

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“Con la práctica ya uno sabe dónde están los huesos y los nervios, por ejemplo, con la columna, solo toco a una persona para saber dónde están los discos corridos y corregirlos”, manifestó.

Estos aprendizajes los complementó cuando trabajaba en la Funeraria Medina, organización fundada por su padre y que, una vez falleció, él y sus hermanos continuaron con el legado, hasta que la dieron por terminada en el 2013.

En sus rutinarias visitas a Medicina Legal, mientras esperaba que les entregaran los muertos, solía charlar durante varios minutos con el patólogo del instituto, quien le explicaba la ubicación de los huesos en el cuerpo humano, gracias a un esqueleto a escala que había en las instalaciones.

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“Ahora son pocos los sobanderos que quedan en Cúcuta, la gran mayoría ya han muerto y aunque hay algunos que han entrado nuevos a este oficio, con variedad de máquinas y tarifas costosas, no todos saben hacerlo bien”, precisó.

Mientras algunos utilizan aparatos como lámparas, masajeadores profesionales, entre otros elementos, los únicos instrumentos de Medina son sus manos y un tarro de crema.

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Las tronchaduras más frecuentes

Medina confiesa que el motivo por el que las personas más suelen visitar su consultorio es por una tronchadura de tobillo, la mayor parte del tiempo, por accidentes en medio de un partido de fútbol o personas que, en sus labores domésticas, sufren algún tropiezo.

Rodillas, manos y hombros, junto con la enfermedad en el nervio ciático, son otras de las razones por las que más los buscan. Este último, que dificulta el caminar de las personas, lo trata con masajes desde el candado del pie, sube por la pierna, pasa por los glúteos y asciende a la columna.

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Con tres o cuatro masajes, señala que el nervio ciático suele quedar curado y sus pacientes no vuelven a sufrir de él.

Hablar con sus clientes hace parte de la terapia, suele hacer preguntas y charlar sobre la vida con los pacientes y, mientras se entretienen en la conversación, cuando menos lo esperan, sienten un tirón en el brazo o en la pierna, y su dolencia ha quedado sanada.

Después de eso siempre suelen venir risas y preguntas como “¿en qué momento?”, a lo que Medina responde con orgullo: “es parte de la distracción”.

Ha trabajado arduamente

Durante su vida, Medina ha desempeñado varios oficios, algunos al mismo tiempo, para poder sostener a sus hijos. Confiesa que, por tanto trabajar, hubo una época donde solía sentirse desgastado, pues manejaba taxi, administraba un billar y trabajaba con su padre y sus hermanos en la funeraria.

En la casa de funerales aprendió varios oficios, desde arreglo de muertos, protocolo de servicios, administración y otros conocimientos relacionados con la tanatología.

“El formol y tanto conducir durante mi vida me desgastó un poco la vista, pero pude tener trabajo todos los días, y lo sigo teniendo”, concluyó.

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