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Se murió el exorcista del Cúcuta Deportivo

Se trata de Silvio Joaquín Demoya Barragán, un líder cívico y deportivo.

El 6 de agosto se fue de este mundo ‘El recochero mayor’ del estadio general Santander’ Silvio Joaquín Demoya Barragán, líder cívico y deportivo, exsocio del Cúcuta Deportivo, espiritista según él y brujo para el pueblo, además de amigo.

Su ataúd llevó una camiseta rojinegra y la bandera de la institución como era su deseo porque se consideraba un hincha de la A y de la B del equipo motilón.

Llegar a su casa y compartir un café era un gusto porque Silvio tenía temas y cosas para llenar por lo menos tres libros similares al cuento de Las mil y una noches.

El comienzo

Dicen que las cosas ocurren por algo, de lo contrario no pasarían.

Silvio Joaquín Demoya Barragá nació el 26 de septiembre de 1933 en Corral de Piedra, corregimiento de Colores (La Guajira), de padre guajiro y de una india llena de sabiduría.

El 27 de junio de 1967 llegó a Cúcuta procedente de Barranquilla tras los pasos de una ocañera, madre de cinco hijos, ninguno de él y de Federico, que sí era suyo.

Cuando estaba en Barranquilla se enamoró del Cúcuta Deportivo, tal vez porque era el único equipo que plantaba cara a los equipos tradicionales de Bogotá, Millonarios y Santa Fe, primeros ganadores del torneo profesional; por eso, cuando su compañera de ocasión le dijo que se venía para la frontera no lo dudó y se vino con ella.

Y es que Silvio fue como el personaje de la canción Sublime mujer de Vicente Fernández, que dice: “que no pudo dormir siete noches en la misma cama”. Tuvo 17 mujeres y 28 hijos, pero como todo tiene su fin, las correrías del gallo inquieto que era Silvio Demoya acabaron cuando apareció  Fraisydy Sandoval, una tibuyana de 20 años, con quien tuvo su última hogar y quien lo acompañó hasta el último momento.  

'Recochero' del Cúcuta

Su pasión por el Cúcuta Deportivo lo hizo cliente regular del estadio General Santander.

Comenzando la década de 1970 conformó la barra ‘Los Recocheros’, la primera que se fundó de hinchas del Cúcuta Deportivo, la segunda en el país, la primera fue el Ballet Azul, de los seguidores de Millonarios.

La barra ‘Los Recocheros’ se ubicó siempre en la tribuna lateral Norte, en sus filas estaban entre otros, además de Silvio, el ‘Cabo’ Vila, Rocío Velasco, Amílcar Landazábal, ‘Pachito’ Vergel, el ‘loco’ Dávila y Abel Hernández, quien era el que cargaba la bombona de la sirena. Todos sus integrantes eran famosos por su lenguaje procaz.

Al estadio llegaban sobre la una de la tarde, o antes, e instalaban su espectáculo. Después nacieron la barras ‘Los sinvergüenzas de siempre’, ‘Los pancheros’ de San Luis, los ‘Amigos del Volante’, la de Álvaro Sarmiento, el ‘Loco de los potes’;  y Los toches, que lideraba Rodolfo ‘El loco’ Yáñez Grande.  

Una rueda suelta de esta última era Gustavo Morelli, que salía con el equipo empuñando la bandera del equipo rojinegro. Otras ruedas dentro del estadio eran  Amílkar Landazábal y ‘Polo’ Brahim, quienes a su manera, animaban al público para apoyar al equipo.     

‘Los Recocheros’ eran famosos por sus bromas, de ahí el nombre.

Y llegó al Cúcuta

Su crecimiento como dirigente hizo que Germán Guerrero Vargas, quien lo ayudó para adecuar el barrio Galán, lo invitará a formar parte de la junta directiva Cúcuta Deportivo, del cual era su presidente.

Su primer regalo a la institución fue pagar los pasajes para traer a Juan Ramón Verón y Arnoldo Iguarán quienes estaban en Barranquilla y luego a William Knight.   

“Costó traer más a Knight que vivía en El Bagre (Antioquia) que a Verón e Iguarán; por los de Barranquilla me gasté en pasajes por avión $30.000 y por Knight, $60.000”, contó una mañana de mayo de 2015, tras un segundo pocillo de café.

También contó que le prestó $30 millones a Germán Guerrero para enfrentar un problema económico del equipo profesional, pero que no tuvo problemas para que el dirigente se los regresara.

Silvio, el cívico

Ese 27 de junio de 1967 decidió que había llegado la hora de echar raíces

“Cuando llegué a Cúcuta traía algún dinero y con el compré un terreno y vi que alrededor había otros lotes y me nació la idea de fundar un barrio,  los adquirí y los regalé”.

“El barrio Galán estaba en obra negra por eso al día siguiente me fui para la Alcaldía y me encontré con Eustorgio Colmenares Baptista, por ese entonces la primera autoridad de la ciudad, le conté las necesidades del joven barrio y me dijo que nos iba ayudar. Al otro día, muy temprano, llegaron un par de catapilas y se empezaron a trazar las calles. Solo se gastó la gasolina y el almuerzo de los operadores de las máquinas.

El tiempo iba rápido y las necesidades del barrio no daban tregua; el dirigente a través del alcalde hizo el contacto con el gerente de las Empresas Municipales GermÁn Guerrero Vargas quien regaló 600 tubos para la instalación del acueducto y el alcantarillado.

El barrio tomó forma y Silvio Demoya construyó de su peculio un puesto de salud, una central telefónica, el teatro Carparís, en homenaje a Carlos Ramírez París y una cancha de microfútbol donde se jugaban los certámenes de mejor nivel de la ciudad e incluso se disputó la final nacional de un Mil Ciudades.

‘El exorcista’

Su habilidad para resolver cualquier clase de entuertos le dio prestigio para ayudar a su comunidad y darle, en dos oportunidades, al Cúcuta Deportivo la oportunidad de salir de su miseria deportiva.

Tenía cuatro guías para hacer su trabajo: Adonaí, Eloy, Jehová, San Cipriano y Dios, como ser Supremo, según contó. En 1973, Margarita Silva de Uribe, alcaldesa por decreto de Cúcuta, en ese momento, se le acercó y le dijo que le ayudará con el Cúcuta Deportivo porque consideraba que el equipo estaba embrujado o rezado que para el caso era lo mismo toda vez que la escuadra empezaba ganando y al final perdía.

Le dijo en otras palabras que le hiciera un exorcismo al equipo. Y Silvio, persona de carne y hueso, no un personaje de la imaginación de J.K. Rowling, la escritora de Harry Potter,  arriesgó su prestigio.

Una día de abril llegó a las 11 de la noche al estadio General Santander, vestido con una sotana negra y escarbaron donde sus guías le habían dicho y encontraron una muñeca de cera negra enterrada y en las extremos donde se cobraba los tiros de esquinas las fotos de los jugadores envueltos en bolsas de plásticos. El despojo, así le dicen a los ‘entierros’, fue puesto por unos costeños, contó a las personas que lo acompañaron.

El domingo siguiente, antes del juego conjuró las porterías; Cúcuta enfrentó al Atlético Junior y lo derrotó (2-1), el maleficio había terminado.

Treinta y tres años después, el alcalde Ramiro Suárez le pidió el favor que hiciera su trabajo sanador, una vez más, al estadio General Santander porque el equipo no carburaba como todos querían. Era el mes de marzo y nuevamente Silvio Demoya se puso su sotana, llegó después de las 11 de la noche al estadio General Santander e hizo su trabajo. Cúcuta fue campeón por primera y única vez. En la mitad de la cancha, después de revolver la tierra, se encontró un balón con los retratos de los jugadores, tierra de cementerio, pelos y huesos de muerto.

Al ser consultado sobre el autor de ello confesó que fue una persona buena que quiso mucho al equipo, pero que había sido maltratado por allegados a la escuadra y para castigar su maltrato puso ese maleficio. Fue su último trabajo para el equipo de sus amores, porque luego le llegaron a su cuerpo  las enfermedades.

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Pedro Jáuregui
Sábado, 20 de Agosto de 2016
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