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Cúcuta
Alirio, el repartidor de leche de Atalaya
Sus clientes principales son las amas de casa que prefieren la leche recién ordeñada al producto empacado.
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Sábado, 6 de Abril de 2019

El lechero en alguna época fue un personaje importante de pueblos y ciudades, que llegaba antes de salir el sol con gruesas botellas de vidrio que dejaba en cada puerta de sus habituales clientes y que recogían las soñolientas amas de casa para el desayuno familiar.

El esposo y los hijos al levantarse encontraban servido junto al plato con huevos revueltos y el pan, un espumeante pocillo de café con leche, que a todos les sabía a gloria.

Esas son imágenes que han ido quedando en el recuerdo, porque se perdió la costumbre de desayunar en la intimidad del hogar, al igual que el oficio del lechero se ha ido difuminando con el paso de los años y son pocos los que reparten la leche en esas icónicas botellas de vidrio o en cantinas traídas directamente del ordeño.

Un oficio por vocación

Alirio Ramírez Espinosa, de 62 años, es un remanente de esa vieja costumbre de vender la leche casa a casa, rutina que cumple cada mañana desde hace 30 años por los barrios de Atalaya.

Aunque ya no reparte la misma cantidad y las ganancias no sean muchas, confiesa que lo hace por costumbre y por consentir a sus clientes, la mayoría amas de casa, que prefieren un producto puro, sin agua y conservantes, que es su prenda de garantía y que lo mantiene en el negocio.

Antes cuando vivía en su parcela El Paraíso, en el barrio que lleva el mismo nombre, hacía el trabajo completo llevando el producto desde la fuente hasta las amas de casa que salían a esperarlo a su paso con sus ollas de aluminio. 

Se levantaba a las 4 de la madrugada a ordeñar con sus propias manos hasta 20 vacas, que le producían unas tres cantinas de leche, las que salía a repartir entre 6 y 7 de la mañana en los barrios Motilones, Chapinero, Comuneros, Claret, Ospina Pérez, entre otros.

Ahora con el surgimiento de nuevas invasiones y la construcción de urbanizaciones como Cormoranes, disminuyó la cría de vacas lecheras que andaban sueltas por todo ese extenso terreno y que quedaron confinadas en su predio.

El terreno que tiene es de cinco hectáreas y allí solo puede tener pocos animales. "En la actualidad hay cuatro vacas para el ordeño, porque las otras ya se destetaron", explica el curtido lechero, de origen campesino, nacido en Jericó (Boyacá).

Un negocio en decadencia

Las cuatro vacas, que ahora ordeña Elí Pino, quien es el que cuida la parcela, solo le producen 18 litros de leche. Cada litro lo vende a $2.000. 

Él llega a buscarla temprano desde su casa en Motilones, para llevarla en su Jeep Renegado a los clientes que aún le quedan repartidos en varios sectores.

El primero en recibir el producto es José Alberto Carrillo, conocido como Beto en el barrio Buenos Aires, donde tiene un pequeño restaurante, frecuentado principalmente por taxistas y conductores de busetas. 

"Alirio vende leche de primera", dice Beto con una sonrisa, agregando que "él la trae purita, sin químicos como viene la de bolsa, por eso el café con leche que vendemos sabe mejor".

Una ama de casa más adelante dice que los lecheros fueron desapareciendo porque los estigmatizaron "con el cuento de que la leche que se comercializaba artesanalmente producía enfermedades y la gente se cambió a la pasteurizada dejando de comprar un alimento más puro, que es importante para los niños y adultos porque aporta proteínas, vitaminas y minerales, distinto al producto industrializado".

El lechero de Atalaya, conocido y respetado por mucha gente, con clientes que ha mantenido por décadas, aseguraque son varias las generaciones que se han criado consumiendo su producto que reitera es natural, libre de preservativos y aditivos, que no es una bebida láctea como muchas que hay en el mercado, sino leche de verdad que al hervirla sí hace nata.

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