Estorbo, es lo único que hace un muro de $20 millones 855 mil, construido por el Instituto Municipal para la Recreación y el Deporte (Imrd) en La Ermita a finales del 2014.
Aunque el controvertido muro representó, en su momento, la construcción de la primera cancha del barrio, el proyecto municipal no prosperó y los vecinos tuvieron que conformarse por más de un año con esta primera cuota del escenario deportivo.
Los recursos destinados para este espacio recreativo se fueron al saco roto y el lote destinado para la cancha se volvió a llenar de malezas y basura.
“La gente no creía en la veracidad del proyecto y todos me culpaban de desviar los recursos. Tuve que lidiar con la grosería de la gente por más de un año”, recordó Digna Rosa Ortega, presidente de junta.
Para calmar los ánimos de su comunidad, Ortega optó por construir con recursos propios una rústica cancha al lado del inservible muro. Con rifas y bazares consiguió la plata para levantar unas arcos de madera y ponerle luz al abandonado lote contiguo al puesto de salud.
A principios del 2015 un nuevo proyecto para construir la cancha de La Ermita empezó a sonar en el barrio. Por los antecedentes, los vecinos estaban incrédulos. No querían volver a ilusionarse con tener un espacio deportivo propio tras 30 años de fundación del barrio.
Finalmente, en septiembre del año pasado el proyecto prosperó e iniciaron las obras. La Gobernación destinó $461 millones para la construcción de la cancha polifuncional con cubierta.
La obra ya está lista y esta semana quedará a disposición de la comunidad. Sin embargo, el inútil muro sigue en pie, entre bromas los vecinos aseguran que la estructura les recuerda una promesa inconclusa y es símbolo de que en Cúcuta es caro construir.
“Imagínese usted, construyeron un muro con $20 millones, con esa platica yo le construyó mucho más y no me demoro tanto”, dice en medio de risas el vecino Jairo Zambrano.
Esta semana los vecinos jugarán su primer partido en el coliseo de La Ermita, al tiempo que recordarán el episodio que los desilusionó y hoy es sinónimo de burla: el muro de los $20 millones.
*La Opinión
