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Cerro Nazareno: más turismo que devoción

La curiosidad de conocer el primer mirador de  Cúcuta, pudo más que la tradición de Semana Santa.

Nadie quería quedarse sin la selfi con la escultura de hierro de 25 metros o la panorámica de la ciudadela Juan Atalaya de fondo, para tenerlas como prueba reina de haber subido las 295 gradas hasta el mirador del cerro Jesús Nazareno.

Mientras los flashes resplandecían a lo largo de los 2.600 metros  que conforman el mirador, a un costado en la capilla del cerro un puñado de feligreses oraba frente a una imagen de Jesús cargando la cruz, custodiada por un par de nazarenos.

Atrás quedaron las veladoras, las cuerdas con los 33 nudos para rezar igual cantidad de credos durante el ascenso, tampoco hubo penitentes descalzos ni camándulas, pero sí celulares, wifi gratis y cámaras fotográficas.

El Viernes Santo la tradición de subir al cerro Jesús Nazareno en la parte alta de Antonia Santos volvió a cobrar vida, y tuvo una romería de feligreses como en sus primeros años.

Esta vez, los visitantes no venían arrastrados por su devoción, sino por la curiosidad de conocer el primer mirador turístico de Cúcuta, enclavado en un barrio azotado por la violencia en la década de los 90.

Llegaron de todos lados. Hubo quienes  caminaron cerca de dos horas  desde Villa del Rosario, Los Patios o El Pórtico, para cumplir esta especie de ‘premio de montaña santo’.

Arriba, la oración era escasa. Las risas de victoria por llegar a la cima, los gritos en medio de la multitud para encontrar a familiares y allegados que habían perdido de vista durante el ascenso, eran la constante.

Aunque en la mañana el sol fue benévolo con los caminantes y unas cuantas gotas de agua refrescaron el paso, en la cima el constante roce con la gente era sofocante.

Para cumplir con el objetivo de posar frente al  Jesús Nazareno gigante, se tenían dos opciones: Subir por las colapsadas gradas en filas interminables que parecían no avanzar o penetrar y cruzar la montaña por las trochas por donde tradicionalmente la gente ascendía al cerro, una decisión más riesgosa porque implicaba abrirse paso en medio de la maleza.

Fue tal la cantidad de visitantes, que los 190 miembros de la Policía, Defensa Civil, Bomberos y Cruz Roja atendieron a 74 personas entre desmayados y sofocados, y tuvieron que limitar momentáneamente el ingreso de visitantes por las escaleras. 

“Había gente que subía a las 6:00 de la mañana y dos horas después no bajaba. Tuvimos que pedirles el favor de que fueran bajando para que otras personas pudieran ingresar al mirador”, recuerda Félix Muñoz, coordinador del Comité Municipal de Gestión de Riesgos.

Desde el mirador se podían ver ríos de gente en dirección al cerro, unos por la autopista de Atalaya, otros por Tucunaré, Antonia Santos, El Progreso y el anillo vial.

Los visitantes no fueron los únicos que dejaron la fe en el camino. Los vendedores que se hicieron al pie del cerro, pues en la cima solo unos cuantos fueron autorizados para vender agua y comida, también hicieron lo mismo con las imágenes religiosas.

Con los dedos de las manos se podían contar a quienes ofrecían sahumerio, imágenes y espigas. En cambio, las ventas de pasteles, agua, cerveza y guarapo pululaban en las esquinas. La avenida 53 y las calles 19 y 17 de Antonia Santos se convirtieron en un mercado ambulante. Sombreros, mango biche, patilla, helados, y mucha cerveza, era lo más pedido.

Incluso, otros vecinos, como Marina Duarte, aprovecharon su cuarto de hora ofreciendo el servicio de baños por $500 y el de parqueadero de motos, coches de bebés y triciclos por $1.000.

La caminata al cerro fue el plan familiar del día. Unos llegaron con ancianos, otros con niños pequeños y bebés y otros llevaron hasta  sus perros con tal de conseguir la anhelada foto desde el mirador.

Hubo quienes prefirieron divisar la Cúcuta nocturna y subieron cuando cayeron las sombras, cosa que antes era imposible por la ausencia de iluminación y de seguridad en el cerro.  Como la afluencia de público fue menor, pudieron disfrutar cómodamente de un espectáculo multicolor de luces, y con un concierto a cargo de la Sinfónica de la ONG Fundarte.

Sin duda, el que más fotos y videos consiguió en el mirador fue un hombre que se trepó hasta lo más alto de la escultura de 25 metros, ante la mirada impávida de los policías y visitantes. Aunque su arriesgada maniobra captó la atención del público por unos cinco minutos, la policía lo esposó y salió, por la puerta de atrás, custodiado por seis agentes del orden.

Una obra de reparación colectiva

La adecuación del mirador Jesús Nazareno fue ejecutada por la Alcaldía de Cúcuta y tuvo una inversión de $2.179 millones. Este proyecto había sido presentado ante el municipio como una de  propuesta de reparación colectiva de víctimas por parte del comité de Impulso de la Comuna 8.

El mirador consta de 2.600 metros cuadrados de urbanismo entre plazoleta de eventos, capilla, locales comerciales, vías de accesos, entre otros. 

Aunque en la Semana Mayor fue abierto al público, este lunes será cerrado temporalmente mientras se terminan unas adecuaciones en el parqueadero.

La Alcaldía también contempla la posibilidad de construir dos nuevas rutas de acceso y de salida al mirador.

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Jennifer Rincón
Sábado, 15 de Abril de 2017
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