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Ciudad de Dios clama ayuda para sobrevivir

Las familias viven en condiciones extremas junto al Canal Bogotá.

Ciudad de Dios es apenas un nombre tomado al azar pero que parece más una súplica al Todopoderoso de un grupo de familias venezolanas arrinconadas junto al Canal Bogotá, sobreviviendo a pesar de las adversidades. 

Muchas llegaron a ese lugar, en los alrededores de Cenabastos, hace ya unos tres años y otras cuentan apenas algunos meses, pero el drama es común: miseria, hambre, hacinamiento, desarraigo, discriminación, persecución y mucho sufrimiento.

Vienen de diferentes estados de Venezuela por las razones conocidas y al no encontrar una mejor forma de vida le apuestan al reciclaje para llevar un poco de comida a sus hijos.

En la actualidad hay en ese pequeño globo de terreno unas 70 personas, entre ellas 30 niños, apretujados en unos 50 cambuches construidos con plásticos, latas y otros materiales reciclados.

Sin embargo, la población habitual en Ciudad de Dios supera las 300 personas, la mayoría de ellos que regresaron a sus lugares de origen por la temporada de Navidad y Año Nuevo, pero que paulatinamente vuelven a esta otra realidad en Colombia. 

Lea ade más En Cúcuta, un muerto en ‘Ciudad de Dios’ 

Oportunidad para trabajar 

Federico Salcedo, de 36 años, llegó a Ciudad de Dios hace un año y meses después su mujer Danelcy Cruz y sus 5 hijos menores de edad.

Trabajó como albañil pero no pudo seguir ejerciendo ese oficio por falta de documentos. Ahora pasa las noches en vela recogiendo en las calles todo lo que le sirva para vender como reciclaje para la manutención de su familia.

Él dice que vivir en Ciudad de Dios es un suplicio al carecer de agua, luz, sanitarios, por dormir casi a la intemperie, cocinar con leña junto a la pestilencia de las aguas del canal, pero lo más difícil es ver a sus cuatro hijas y su niño enfrentando junto a ellos esa dura realidad.

“Somos migrantes, pero también manos productivas, calificadas y muchos profesionales que bien podemos aportar al país que nos acoge, pero necesitamos el apoyo del Estado colombiano, los organismos internacionales, los empresarios y todo aquel que nos pueda ayudar a salir de este purgatorio y a recuperar nuestra dignidad como seres humanos”, dijo Salcedo.

Las hijas de esta pareja caraqueña están fuera del sistema escolar desde el año pasado y aspiran a un cupo en el colegio Eustorgio Colmenares Baptista de El Salado, razón por la cual están luchando para conseguir un lote y edificar allí una casa, así sea de madera, para mejorar sus condiciones de vida.

Solidaridad

Zoraida Delgado, de 43 años, a quien todos los niños le dicen abuela, lleva 12 meses en ese asentamiento desde su llegada de Barquisimeto en el estado venezolano de Lara, luchando todo este tiempo en las noches y madrugadas, hurgando en las basuras para conseguir aluminio, plástico o papel de archivo,  que es lo que mejor pagan en las recicladoras. 

En una noche y parte de la madrugada se gana entre $10.000 y $15.000, lo que apenas le alcanza para la comida de ella y 4 de sus hijos, que le ayudan en su trabajo.

Ella recibió un bono el año pasado para canjear por alimentos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) mediante un censo que hizo la Misión Scalabriniana, y está a la expectativa de que este año les vuelvan a socorrer.

Ella, al igual que sus compañeros de penurias, reclama la solidaridad oficial para salir de esa situación y formalizar su estadía en el país, con un trabajo digno y la asistencia humanitaria como personas migrantes. 

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Martes, 14 de Enero de 2020
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