Distinto a lo que pasa en el corregimiento La Parada, en Villa del Rosario, donde miles de personas hacen fila en las calles pidiendo ayuda humanitaria o rogando albergue en las casas vecinas, en la frontera entre Cúcuta y el municipio venezolano de Pedro María Ureña se respira tranquilidad.

Según Jaime Bermudez, los vecinos de El Escobal continúan con sus actividades rutinarias sin ninguna alteración del orden público porque por allí no llegan deportados o colombianos retornando desde Venezuela.

“Vemos que no nos ha tocado la crisis porque por acá la gente sigue como si nada: están regando sus jardines, los niños pueden salir a los parques a jugar... La verdad todo sigue como si nada pasara”, dice Bermudez.

Los residentes de este lado de la frontera colombo-venezolana deben enterarse de la tragedia por la televisión o por otros medios de comunicación, porque por allí no se ha sentido el impacto generado por el cierre fronterizo, dicen.

“Gracias a Dios por este lado no tenemos problemas de invasores, ni tampoco ha venido gente a tomarse los parques para hacer albergues, como sí está pasando en Villa del Rosario”, dice Teresa Carrillo, quien pide entre risas que se guarde en secreto la ubicación del barrio.

Según los vecinos, aunque el puente internacional Francisco de Paula Santander está cerrado al igual que en otros sectores, pocos se atreven a cruzar porque por allí la Guardia Bolivariana de Venezuela (GNB) tampoco permite el paso de nadie.

“Yo creo que en primer lugar por este sector no tenemos problemas con el tema de los deportados porque por acá no hay puestos migratorios como sí los hay en Villa del Rosario; lo otro es que la gente, sobretodo niños y personas mayores no pueden cruzar fácilmente porque la profundidad del río Táchira en este sector es mayor”, aseguró Pedro Rojas, otro vecino, quien señaló que los únicos que siguen intentado pasar por ese lado de la frontera son los gasolineros y pequeños contrabandistas.