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Cúcuta
Fundación Censurados: a pulso contra el VIH
La Fundación Censurados trabaja con población contagiada con VIH dando oportunidades de inclusión, productividad y desarrollo.
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Sábado, 10 de Marzo de 2018

Estar diagnosticado con VIH no es el fin de la existencia ni un motivo para quedar muerto en vida, no solo porque hay tratamientos que mitigan los efectos de esta enfermedad, sino por la presencia de apoyos como el que da la Fundación Censurados, una organización que busca aliviar a quienes se infectaron, prevenir la propagación del virus, y generar oportunidades de sostenibilidad.

Esta fundación comenzó su trabajo el 4 de febrero de 2013, a cargo de Juan Carlos Archila, un comunicador social que había tenido contacto con el mundo de la salud antes del fallecimiento de su madre, un año antes, por cáncer de pulmón.

“Me metí en la parte de salud antes del deceso, y arranqué el duelo con un programa de sexualidad, de manera abierta, que se transmitía en Radio San José, y que nos dio casi por un año la opción de informar con claridad y sin tabúes sobre el tema”, cuenta.

Luego, el programa se volvió insostenible por falta de pauta, pero sus seguidores y otros interesados siguieron llamando, lo cual lo llevó a convertirse en educador y orientador junto a su equipo.

Con el tiempo, se especializó en temas relacionados con el VIH, su transmisión, tratamiento, y acompañamiento a los infectados.

Posteriormente, la Fundación comenzó a abordar a la población privada de la libertad, comunidad Lgbti, trabajadoras sexuales, entre otros sectores vulnerables, hasta que con el tiempo se empezó a apoyar a personas con VIH.

Si bien, la enfermedad tiene garantías de tratamiento, los estigmas, prejuicios y discriminación siguen existiendo, a lo que se suma la invisibilidad de quienes no han sido diagnosticados.

“En el departamento se ve la necesidad de trabajar un enfoque diferencial, pero también se debe entender que la infección no es exclusiva de la población diversa”, dice. “Puede ser cualquiera: una abogada, una ama de casa, el deportista, pero con la población diversa aumenta el rechazo”.

Y no son solo los señalamientos los que afectan a la población infectada, sino también la imposibilidad de seguir sus vidas, y tener una economía viable.

La salida para ello, y para que la misma Fundación tenga recursos más allá de la ayuda del sector privado, es un proyecto productivo de marroquinería, que funciona en un taller ubicado en Villa del Rosario.

Con la marca Guayaba elaboran bolsos, y recientemente tulas. Estas últimas plasman en sus diseños emblemas de la identidad local, con los diseños de Juan Carlos Chávez, estudiante de arquitectura, muralista, grafitero y tatuador.

El cují, que representa la tierra; el toche, como símbolo del aire; el panche, que encarna el agua, y la columna de la Loma de Bolívar, cuyo marco es el fuego, forman parte de la más reciente colección: Mi Tierra, con la que recuerdan que Censurados trabaja por todo aquello que es propio, y rescata la vida con todas sus características.

“Ha sido un trabajo complicado”, afirma Archila. “No hemos tenido los medios para llegar a otras ciudades, como quisiéramos, y lo que hemos hecho a nivel local no da aún el punto de equilibrio, pero esperamos que nuestros productos mejoren su demanda para cumplir nuestras metas”.

Pese a ello, las manos laboriosas no han faltado, y entre quienes elaboran los productos se incluyen personas diagnosticadas y hasta extrabajadoras sexuales que abandonaron la calle, para hacer manufacturas.

Cada venta permite comprar pruebas rápidas, condones, pañales y algunos medicamentos que brindan a quienes los necesitan.

Nuevos retos

El más reciente reto que asumió la Fundación es la atención de población venezolana, con necesidades apremiantes de medicamentos y monitoreo de la enfermedad.

“Vienen de un régimen que no satisface sus necesidades de salud, en donde no hay retrovirales y si los hay, no los entregan completos”, comenta Archila. “Llegan a Colombia y encuentran que nuestro sistema de salud está blindado, y solo encuentran solución con nosotros”.

Actualmente, atienden a 35 venezolanos con VIH, a quienes dan apoyo con retrovirales.

Sin embargo, también han visto morir a varios inmigrantes, y entre noviembre de 2017 a la fecha, 8 venezolanos fallecieron en la ciudad a causa de la enfermedad.

“Otro problema es que el venezolano trae una cepa muy resistente al retroviral, porque en su país le dan uno y otro medicamento y eso genera dificultades”, agrega. “Además, vemos que hombres y mujeres se ofrecen sexualmente por necesidad económica, sin ningún medio de protección, sin saber si están o no infectados, y nos preocupa, porque ya estamos bastante adelantados con los índices de VIH en Cúcuta, para sumar estos datos”.

Aunque Censurados estableció un convenio con el Hospital Universitario Erasmo Meoz para aumentar el impacto de su actividad, su meta a corto plazo sigue siendo lograr respaldo de las entidades de gobierno local y regional, en especial para consolidar un hogar de paso que incremente la adherencia al tratamiento y el acompañamiento permanente a los enfermos.

“Lo ideal sería conseguir el apoyo de toda la sociedad, para que nos dé la fuerza de seguir adelante”, afirma el vocero. “Ojalá la gente se concientice de que más que rechazar se necesita proteger, en especial al ser la segunda ciudad, después de Bogotá, con mayor número de casos de VIH, y un alto nivel de diagnóstico”.

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