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Cúcuta
Gabriel Viajou,el ecologista que recorre américa
Gabriel Díaz inició su aventura el 24 de agosto de 2017 por dos grandes objetivos.
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Daniel Villán Bustamante
Sábado, 18 de Agosto de 2018

Gabriel Díaz llegó el sábado 28 de julio a las puertas de La Opinión. Él es un brasileño de 24 años, proveniente de Cuiabá, ciudad del estado de Mato Grosso del Sur, que ha recorrido 11 países del continente, solo con su mochila y un sombrero chambergo de estilo militar. A su lado estaba el venezolano Carlos Azancot, su compañero de viajes, y ambos querían contar su historia.

Mejor conocido en el gremio mochilero como Gabriel Viajou, el joven carioca tiene dos objetivos en su travesía por el continente: el primero es llegar a Alaska conociendo en el camino todos los países del sur, centro y norte de América; y el segundo, difundir durante el viaje un mensaje de hermandad y cuidado por el medioambiente.

Díaz inició su aventura el 24 de agosto de 2017, cuando salió de Cuiabá, su ciudad de origen, ubicada en el oeste de Brasil. 

A pesar, de que se piensa que quien sale a viajar por el mundo es porque no disfrutaba la vida que tenía, el brasileño aseguró que su caso es diferente. “Yo tenía una empresa, una carrera, pero un día decidí empezar a recorrer mi país, uno de los más grandes del mundo”. 

Al culminar el recorrido por Brasil, Díaz salió hacia Uruguay, luego visitó Argentina, llegando hasta Ushuaia, la ciudad más austral del planeta, mejor conocida como ‘El fin del mundo’.

El siguiente punto en la ruta fue Chile, desde donde cruzó más de 20 veces a Argentina por la Cordillera de los Andes. Una de sus aventuras inolvidables, fue cuando escaló la montaña más alta del continente, el Acongagua, ubicado en la provincia de Mendoza. 

“Allá estuve 15 días, pero no logré llegar a la cumbre porque el clima estaba muy malo, demasiado frío”, me cuenta orgulloso el viajero, quien a pesar de ser un joven con apariencia timorata, es todo un aventurero.

Desde el 18 de julio, en la ciudad de Caracas ,se unió al viaje Carlos Azancot, quien al regresar de Estados Unidos recibió al mochilero en su casa y decidió unirse a la travesía. “Le dije vamos a viajar y él dijo: ¡vamos!”, recuerda Díaz; de esta forma, iniciaron su ruta desde la capital de Venezuela hasta Cúcuta.

‘A fronteira mais louca do mundo’

Gabriel Díaz y Carlos Azancot estaban en El Vigía, donde tomaron una “carona” (cola) hasta Puerto Santander. 

Cuando estaban listos para cruzar la frontera hacia Colombia, le preguntaron a la persona que los llevaba, qué tipo de cosas podrían hacer allí para conseguir dinero o diversión; el conductor les contestó que podían hacer lo que quisieran, pues allí era “un lugar sin ley”.

Crucé más de 30 fronteras en mi vida, pero esta fue una locura, demasiada gente, filas, demasiadas caras largas, un mundo de emociones encontradas”, dijo el brasileño. El dúo estuvo 40 días en Venezuela y en ese tiempo lograron construir un lazo muy fuerte con el país bolivariano. 

Al inicio de la travesía el objetivo del carioca era conocer todos los rincones del continente que pudiera, hasta donde su vista y memoria le alcanzaran, pero luego empezó a fijarse en la forma como las personas tratan el planeta.

Recorriendo el continente, el brasileño creó una pasión muy grande por el medioambiente, “es mi casa, es el mundo en el que vivimos, por eso quiero concientizar a las personas con temas como la basura”.

El viajero ha ido guardando semillas de los frutos que ha probado en el camino, “cada vez que veo un buen sitio, las plantó”; de esa forma ha ido dejando árboles en su ruta, como migas de pan por si algún día alguien se anima a seguir sus pasos.

Los 11 países que ha visitado, los ha recorrido de punta a punta, excepto Perú, en donde a la mitad del recorrido regresó a Brasil. “Volví para visitar a mis papás; luego conocí Guayana Francesa. Mi objetivo tras recorrer Colombia es intentar llegar en barco desde Cartagena a Panamá, o cruzar por el Tapón del Darién”. 

¿Por la selva del Darién? 

Para lograr cruzar hasta Centroamérica el brasileño necesitará tomar una de esas rutas prohibidas que se mueren por hacer los extranjeros fanáticos del narcoturismo, literalmente. 

Andando por tierra en Latinoamérica, esta es sin duda una de las fronteras más complicadas de atravesar, porque para cruzar a Panamá desde Colombia no existe una vía terrestre. 

Entre la frontera de estos dos países se encuentra una zona selvática muy densa, conocida como el Tapón del Darién. Un lugar donde la biodiversidad, los ‘paracos’ y los narcos viven en comunidad.

A pesar de eso, Díaz afirma que ya ha visitado todo tipo de ecosistemas, estuvo en el sur del mundo, en la cordillera, en montañas, en el desierto de Atacama y recorrió los 26 estados del país más grande de Suramérica, por lo que asegura que no tiene miedo de los retos que el camino le ponga por delante.

Entre todos los lugares que han visitado, el dúo afirma que el lugar que más los cautivó fue un pequeño caserío en Mérida, un paraíso hippie en el páramo, llamado Ciudad Fresita.

‘Entre las montañas, encontré magia’

Unos dicen que el caserío recibió su nombre por la cantidad de hippies que poblaron sus tierras a finales de los 70 y principios de los 80, conocidos en esa época como ‘fresas’.

En realidad, Ciudad Fresita no es una metrópolis, ni tiene siembras del fruto rojo. Son 18 casas habitadas por viajeros, bohemios y aventureros que gozan de la tranquilidad de la naturaleza, lejos de la contaminación, la delincuencia, la crisis económica y social, buscando encontrar un estado de paz.

Los viajeros trabajaron en el caserío como jardineros y aseguran que en Ciudad Fresita la vida es color de rosa. “Es un lugar espiritual, en el corazón de las montañas, allá hay un templo hinduista, es tan hermoso y tranquilo, que parece otro país”.

Luego de esa aventura, cuando llegaron a Cúcuta tuvieron un choque de realidades por la situación que afrontan en la ciudad los migrantes venezolanos. 

“No hay cómo describir la situación que viven, pues no es que en Venezuela falte comida, es que no hay dinero”, dijo Díaz contrariado por la paupérrima situación de los que durante 40 días lo atendieron y ayudaron como un hermano.

En Cúcuta estuvieron tres días donde una pareja que les dio hospedaje y alimentación. El brasileño contó que una de las cosas que no podrá olvidar es que en esta frontera vio muchos lugares hermosos en zonas impensadas, y se sorprendió que fueran tan poco visitados.

“Quiero dejar el mensaje de que es posible viajar sin dinero, pero también decirle a las personas que el mundo nos necesita. Vivimos en un lugar hermoso, que tiene que ser cuidado; la tierra nos da la comida y el agua que necesitamos, por eso tenemos que tratar al mundo con más cariño”. 

En Venezuela, Díaz aprendió una gran lección y es que el logro más importante de la vida debe ser encontrar la felicidad.

Antes de irse de La Opinión, los viajeros afirmaron que pronto inaugurarán un canal en Youtube, donde pondrán todas las imágenes y videos de su travesía, “cuando lleguemos a 20.000 seguidores en Instagram lo crearemos”, dijo Díaz mientras se despedía.

Cuando salió hace menos de un mes de la puerta del diario La Opinión, llevaba en su maleta ganas de conocer Colombia, de comerse el país. Hoy, Gabriel y Carlos ya recorrieron el Cañón del Chicamocha, Bogotá, Guatapé y muchas ciudades más.

El último registro del brasileño fue esta semana, en Ollantaytambo sitio arqueológico inca en Perú; es difícil imaginar todas las aventuras que vivieron para llegar hasta allá. Lo único seguro es que con voluntad de hierro, pies incansables y una meta clara, el dúo de viajeros seguirá recorriendo el continente, difundiendo el cuidado del medioambiente, y en búsqueda de un sueño: llegar a Alaska.

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